La infancia es una época de dependencia y desvalimiento en la que son pobres incluso los más ricos. Esto es lo que hace del recién nacido un ser aquejado de indigencia primordial, necesitado de cuidados continuos. Por algo “pobre” y “puer” derivan de “pou”, la raíz indoeuropea que significaba a un tiempo “pobre” y “pequeño”. Hay pobres niños que además son niños pobres, y estos merecen una doble compasión. Me refiero a los que no saben de qué se van a alimentar este verano, cuando cierren los comedores escolares. Pero no solo de pan vive el niño, y por eso me dan tanta pena los pequeñines de la escuela, que acudirán a los tres años a colegios “de mayores”, pasarán horas sin levantarse de la silla y dormirán la siesta hacinados en una colchoneta común. Me dirán que hace tiempo que los grandes pedagogos del siglo XX dejaron claro que el niño menor de seis años debe recibir una educación oral, con actividades plásticas y musicales, y sobre todo libertad de acción, sin idea de competencia ni rigor académico. Este es el ABC de la educación infantil y es lo que sucede en Italia, Alemania, Dinamarca… Ya ¿Acaso no saben que, en Madrid, la abanderada de todas las Españas, por mor de los recortes, la ratio de las clases de educación infantil se ha extendido para el curso que viene a 30 niños por aula y en consecuencia los profesores tendrán que prescindir de las actividades que requieren espacio y personal de apoyo?¡Y que no se les escape el pipí si no quieren estar calados toda la mañana!, pues ya me dirán cómo va a cambiarles un profesor con 30 bebés a su cargo. Entrar en un colegio público o concertado, sin embargo, no es nada fácil en Madrid, pues el baremo actual de admisión es tan sui géneris que el hecho de que los padres hayan cursado la primaria en el mismo colegio cuenta más puntos que el que alguno de ellos esté en paro, por poner un ejemplo. Así las cosas, no es tan extraño que un colegio de Navalcarnero haya considerado como requisito para la admisión que ambos progenitores tengan trabajo, así se liberan de niños con problemas y se aseguran de que van a pagar regularmente su tasa de comedor. Este caso tan espectacular ya ha saltado a las redes y será corregido, pero el Ministerio-sacamantecas que está detrás de los recortes seguirá guiándose por el criterio de ahorro económico a la hora de organizar la educación infantil. A ellos les dedico esta anécdota de Aristipo, el pedagogo griego: al ser increpado por un padre que no entendía que educar a un niño valiera 1000 dracmas, el mismo precio que un esclavo, contestó: muy bien, pues compra un esclavo, así tendrás dos, el que compres y tu propio hijo. A esta indigencia de medios materiales, verdadero umbral de la esclavitud, se une la exigencia de que los niños a los cinco años deban haber aprendido a leer y a escribir, y que los colegios que no lo consigan sean calificados negativamente. Ante este panorama desolador, solo podemos confiar en el buen hacer de los parvulistas, verdaderos héroes de la escuela pública, que con su alegría, profesionalidad y desvelo, tratan a los pobres niños como reyes, ofreciéndoles cada día el tesoro de la educación libre e igualitaria, y se ocupan de que los niños pobres obtengan ayudas para su alimentación. Los que no tengan la suerte de dar con uno de estos maestros prestidigitadores permanecerán amarrados al duro banco durante horas, esperando que suene el timbre y llegue el momento de la libertad, es decir, de la vida fuera de la escuela.