España siempre ha tenido la vocación de entretener. Al principio la diversión se produjo durante la Reconquista, matando moros. Aún calientes, las fuerzas vivas quemaron y expulsaron a los judíos, para liquidar los préstamos y el conocimiento. Se armó una expedición con tres barcos para conquistar las Indias. Allí hallaron un filón de carne y otros tesoros. Fueron días excitantes. El imperio sólo hacía que engordar, se extendió por Europa y el viento soplaba a favor. Poco importaba si en el trono se aposentaba un idiota o un chimpancé. Incluso brotó el Siglo de Oro de las letras. Se escribía y se podía leer calidad entre duelos y quebrantos. Más tarde, Napoleón quiso conquistar España y colateralmente ilustrar al país. No fue posible, porque nuestros cojones no tienen competencia.
La decadencia suele apoderarse tarde o temprano de los imperios y nos quedamos tan solo con el mapa que explica hoy el hombre del tiempo. Sin una guerra civil no eres nadie, así que también la montamos, una especie de declaración sentimental para tímidos. Los vencedores subyugaron al pueblo hasta hace dos días y ante España se abrió la oportunidad de convertirse en un espacio con horizontes.
Pero nuestro país está de enjuagues. Se han dilapidado casi cuarenta años. España es un precioso museo artístico y medioambiental. Vivimos del turismo y de los servicios. Cultivamos y ordeñamos, pero acogotados. Algunos confundieron huevos con ladrillos y esa eclosión esparció su hedor, instalándose en la pituitaria nacional. Nuestra industria pesada es anecdótica. El conocimiento se desprecia desde las instituciones. La investigación podría abrir una ventana al futuro, pero han cercenado sus esperanzas y volvemos al que inventen otros. Nuestros talentos emigran. El Estado perdona al burlón. Se penaliza a quien paga amenazando la sanidad o la educación. Hacienda comete pillaje para sufragar un desmadre evitable y que conocían los partidos, los secuestradores de la democracia. Tratan a la gente como súbditos y quizá estén jugando con fuego.
Publicado en El Norte de Castilla el 11 de abril de 2012