Publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento literario de “El Norte de Castilla”, el 1 de octubre de 2011

Los noruegos han perdido la inocencia. Cerca de cien muertos lo proclaman. Un fundamentalista cristiano de ultraderecha lo advirtió: “La carnicería hará que la II Guerra Mundial sea un picnic”. Noruega, en fin, se creía inmune al terror. Casualmente, la lectura de “Presagios”, de la escritora noruega Karim Fossum, coincide con esta sangrienta y traumática pérdida de la inocencia del pueblo noruego. Es, en el fondo, el común denominador sobre el que se sustenta el boom de la novela nórdica iniciado con la trilogía Millenium y su higiénica tarea de limpiar la mierda escondida bajo la alfombra. Desde luego, nadie podía sospechar que los idílicos, pacíficos, admirables e hipermodernos países escandinavos escondiesen tantas miserias. Karin Fossum sigue la misma senda y nos dibuja en “Presagios”, con precisión quirúrgica y aseada prosa, el angustioso retrato de una comunidad al borde del precipicio.

Un niño empapado en sangre. La esquela de una mujer viva publicada en el periódico. Un coche fúnebre presentándose en la casa de un enfermo grave. La notificación de un falso accidente. Anuncios falsos. Diabólicas llamadas de teléfono. Una serie de bromas macabras, en fin, que agitan, desesperan y atemorizan Askeland, la tranquila población noruega que sirve de escenario a la última obra de Karin Fossum, conocida como “la maestra de la novela negra noruega”, tal y como proclama la portada de la sugestiva colección Roja & Negra dirigida por Rodrigo Fresán.

El atractivo argumento no juega con la intriga ya que, desde el principio, conocemos la identidad del “bromista”. La fuerza del relato se centra en las crueles e insospechadas consecuencias provocadas por el juego inocente y macabro de un adolescente de Askeland. Psicología nórdica. Una forma insonora de terror. Un plan minuciosamente meditado. El miedo en forma de pérdida de la seguridad: “Les han robado la seguridad. Sin seguridad la vida resulta muy difícil”. Desde luego, para las víctimas de las bromas macabras la vida ya no volverá a ser como antes. Tampoco para el adolescente de Askeland que está detrás del terror que asola a una comunidad pacífica durante semanas y cuyo verdadero talento consiste en atemorizar a la gente a distancia: “Soy capaz de trastornar a toda una sociedad, me basta con hacer una llamada telefónica o escribir una carta. Todo el mundo vive al borde del precipicio y yo los haré caer”. De eso va “Presagios”, de la fragilidad de la felicidad, de cómo un desconocido puede interponerse y hacerla saltar por los aires.

El pulso narrativo de Karim Fossum destila violencia psicológica. Lo hace sin apenas utilizar la violencia. Sin aditivos. Sin explotar la marca de Caín. Simplemente le vale con perseguir a un adolescente maltratado por la vida, alguien que nunca se ha sentido querido y que sólo desea ser insoportable, infringir las reglas, convertir sus sentimientos en rabia. Porque la rabia le da energía: “Vosotros podéis levantar vuestras torres pero yo las derrumbaré”. Y lo hace también diseccionando a una sociedad que, cuando más feliz y segura se siente, comienza a caerse por el precipicio. La mentira, eso sí, muchas veces nos salva. Si alguien nos gusta, creemos en lo que dice. Sea lo que sea. Intuición. Confianza. La mentira disfrazada. Como dice el viejo refrán que da inicio a la novela, es bueno que la mentira exista. Dios nos ampare si todo lo que se dice fuera verdad.

Otra muestra, en fin, del inagotable filón de la novela negra nórdica. Una moda que ha revolucionado el panorama editorial. ¿Habría sido traducida y editada en español “Presagios” sin la eclosión del fenómeno “Millenium”? Probablemente, no. “Presagios” es una buena, atractiva y, por momentos, adictiva novela pero, con toda seguridad, en otros países (pienso en Francia, por ejemplo) se estén escribiendo en el ámbito de la novela negra cosas mucho más interesantes. Es lo que hay. Lo que marca la dictadura de las modas: novela negra nórdica. Pasen y disfruten.