Publicado en EL NORTE DE CASTILLA EL 1 DE FEBRERO DEL 2007
¿Hasta cuando vamos a consentir que también en política se nos trate como a consumidores con escaso cerebro? La pregunta me la hago a mí misma y a la sociedad civil (¿dónde está?). También es una pregunta-autocrítica a todos los que nos dedicamos a este oficio de contar a la gente lo que le pasa a la gente, sea cual sea nuestro grado de responsabilidad en él.
Estos días se habla mucho de la bronca política. Los medios la reproducimos hasta la náusea, la jaleamos y, desgraciadamente, muchas veces la fomentamos. Pero yo echo de menos los matices. Porque hablamos a bulto y somos, cuando menos, timoratos a la hora de señalar a quines la provocan, a quienes encienden la mecha, a quienes sacan partido de ella. Porque no todos tienen la misma responsabilidad. En esto también hay grados. Pero meter a todos en el mismo saco de la bronca es hacer un favor a quienes comienzan diciendo que todos los políticos son iguales y terminan sembrando la sospecha sobre las instituciones democráticas. Ejercer la crítica responsable, invitar a la reflexión y fomentar el criterio es el papel de la prensa en el sistema democrático. (¿Disneylandia?)
El asunto afecta a todos los sectores de la vida social. El otro día visitó Valladolid la ministra de Cultura. Durante el ‘canutazo’ (absurda expresión que define el momento en que el ministro o cargo público de turno hace una parada para ‘atender’ a los medios, normalmente de pie y en las peores condiciones posibles para trabajar) solo hubo un tema. ¿Un tema interesante? ¿Se le preguntó a la ministra por los proyectos de calado que harán subir el nivel cultural de la ciudadanía y por lo tanto la hará más libre? ¿Del empleo en esa tarea del dinero público en lugar de fomentar la cultura espectáculo? No. Por Dios. A la segunda pregunta ya había salido el manoseado y casi putrefacto tema del Archivo de Salamanca. Algo que ya huele, pero que algún político considera que todavía puede darle réditos. Un tema que tendría que haberse solucionado hace tiempo con la rápida devolución de los documentos a sus legítimos dueños y la garantía de que los investigadores seguirán teniendo acceso a ellos, únicos grupos de población a los que les importaba el asunto desde siempre.
Pues bien, ahí se acabó la posibilidad de hablar de algo positivo porque detrás del archivo venía un retablo y detrás un ‘quítame allá esas piezas’ (o esos dineros), que en esto se ha convertido la política cultural del momento. Pero las declaraciones de la ministra servían para ir corriendo a la otra parte, su homóloga en la región, y conseguir otros tantos titulares. Y así vamos los periodistas haciendo nuestra bonita labor de correveidiles, grabadora en mano, fomentando que los cargos públicos se dediquen a la política del «¡y tú más!».
Política de corralillo. Medios a tono. También aquí unos más que otros. No sé a ustedes pero a mí estas cosas me ponen triste.