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Seminci. Toma III. Historias lastradas por la duda o el artificio

AGNESKA HOLLAND TITUBEA EN SU ÚLTIMO FILME, NAOMI KAWASE NO REMATA EL EXCELENTE ARRANQUE DE ‘HACIA LA LUZ’ Y LA BRASILEÑA LAÍS BODANZKY CUMPLE CON ‘COMO NUESTROS PADRES’. AI WEI WEI MUESTRA SU EMPATÍA CON LOS REFUGIADOS

 

Historias que dirigen mujeres, protagonizadas por mujeres. Quizá vendrá un tiempo en que una crónica no tenga que señalarse esta circunstancia. Pero en este momento sí. La de Agneska Holland, por ejemplo. Su protagonista, una excéntrica defensora de los animales, aficionada a la astrología, que vive sola con sus dos perros en la orilla de un bosque cuya riqueza en fauna es algo así como un paraíso para los cazadores. Holland es una veterana y notable directora polaca, premada por películas como ‘Europa, Europa’ y ‘Olivier, Olivier’; que ha trabajado con grandes directores como Wajda o Kievloski y cuyo paso por este Festival siempre ha sido significativo. Pero en ‘Pokot’ dirige una historia que progresivamente se le va de las manos. De forma que cuando acaba, el espectador no está seguro de si ha visto una fábula, un thriller con elementos de humor, una proclama animalista… o una mezcla un tanto delirante de todo ello. El filme tiene los fallos de una primera obra, cuando el director o directora decide meter en ella todo lo que tiene en mente, cuando lo normal a estas alturas de la apreciada trayectoria de Holland es quitar peso.  Aquí, un plantel de personajes que no acaban de ser creíbles, desde su protagonista, que tan pronto es una dulce presencia como un ser al borde de la histeria, a un joven experto en informática que trabaja para la policía y traduce a Blake, o los perversos cazadores que habitan la comunidad pesan y mucho en el desarrollo de una historia que tiene un final que roza el delirio.

Más contenida, como corresponde a su delicadeza oriental es ‘Hikari’ (Hacia la luz’), de la japonesa Noemi Kawase, bien conocida de un certamen que hace dos años le distinguió con la Espiga a la Mejor Dirección por ‘Una pastelería en Tokio’, y donde también proyectó su primer largo, ‘Suzaku’ y años después la muy apreciable ‘El bosque del luto’. ‘Hikari’ parte de una buena historia: la de una joven que se dedica a realizar audiodescripciones de películas para ciegos y en una de las sesiones de prueba conoce a un afamado fotógrafo que a medida que va perdiendo la vista, se le va agriando el carácter. Excelente comienzo para una realizadora que gusta tanto de reflejar la belleza de los espacios abiertos como de encerrar a sus protagonistas en espacios claustrofóbicos o en primeros planos también claustrofóbicos. Todo un ejercicio de estilo que para una película que trata sobre miradas que despiertan y miradas que se apagan daría más juego. Pero se enreda en el artificio, la película avanza con dificultad y se acaba ahogando.luz

Como naufragará el matrimonio entre Rosa y Dado, protagonista de ‘Como nuestros padres’, de la brasileña Laís Bodanzky, cineasta que con su  primer film, ‘Bicho de siete cabezas’, abrió también la lista de premios internacionales. Aquí retrata la pelea de tantas mujeres consigo mismas: mujeres que no quieren repetir los clichés que afectaron a sus madres o a sus abuelas pero no saben quitarse la presión de una sociedad que les exige ser las mejores madres, las mejores profesionales, las mejores esposas… Ellas lo intentan mientras sus compañeros a menudo nadan en la perplejidad. Correcta realización, buen equipo de actores, y una pulcritud que juega a favor del tema (aún muchos hombres deberían ver estas historias no solo para entender mejor a las mujeres sino para saber que las mujeres están ocupando su lugar ellos tienen también que cambiar su perspectiva) pero en contra de la implicación del espectador.

Dejo para el final, ‘Human flow’ el documental de Ai Wei Wei, estrenado en Cannes con amplia cobertura mediática. Ai Wei Wei no entiende el arte si no está comprometido con su tiempo y así lo deja ver en sus performances y en sus instalaciones que a menudo son un grito contra la censura y los regímenes que no aceptan la diversidad de opiniones. No en vano él sufrió cárcel, tuvo que exiliarse de su país, fue un niño de padre represaliado por el régimen chino y durante la rueda de prensa en Valladolid confesó que siempre se sentirá un refugiado.De refugiados, como todo el mundo sabe, va su documental. Dos horas y cuarenta minutos acompañando por 23 países a quienes huyen de la muerte, sea por la guerra, sea por la persecución política, religiosa o racial. Un documental que no entra en los distintos conflictos que están en el origen de esa marea humana. Creo que es una opción perfectamente consciente. Wei Wei ha preferido acompañar a lso refugiados allí donde se estrellan contra las vallas que crecen en el mundo privilegiado. Vemos todo tipos de campamentos, todo tipo de fronteras, todo tipo de miradasflow-2 que se pierden en la falta de un futuro. Vemos niños, muchos niños, los únicos capaces de sonreír en medio del desastre. Ai Wei Wei, se le ha criticado por ello, es una presencia casi constante en el documental. Y sí que resulta un poco excesiva. Él la justifica afirmando que contrariamente a lo que sucede en el relato de los periodistas norteamericanos que, según él. relatan estas historias desde un punto de superioridad, “como si fueran los dueños de este mundo”, él prefiere mostrar que se siente uno más.

El documental no es redondo, pero haré uso de un adjetivo manido y diré que es necesario. Y una nota más: Wei Wei no puede evitar ser un artista. Lo muestra en planos en los que el reflejo dorado de las mantas de papel metálico que cubren a los llegados en pateras ofrece un una estética visión o en aquellos aéreos en los que la mirada percibe en primer lugar un muro formado por extrañas e idénticas casillas que, una vez la distancia se acorta, se convierten en los tejados de los barracones entre los que se mueven pequeños puntos como hormigas que son en realidad sus habitantes.

(Fotogramas de ‘Hacia la luz’ y ‘Human flow’)

 

Sobre el autor

Más que un oficio, el periodismo cultural es una forma de vida. La llevo ejerciendo desde que terminé la carrera. Hace de eso algún tiempo. Me recuerdo leyendo y escribiendo desde que tengo uso de razón. La lectura es mi vocación; la escritura, una necesidad. La Cultura, una forma de estar en el mundo. Dejo poemas a medio escribir en el bolso y en todos los armarios.


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