(Texto para el catálogo de la exposición de Carlos Sanz Aldea en el Muva. Septiembre-Octubre 2022)
“Del oficio del arte/ nos repelía/ tanto la precariedad de las valoraciones/ como la fugacidad de las obras maestras”. Wislawa Szymborska
He llegado hasta aquí, sin brújulas ni coordenadas, surcando trigos en una nave imposible. Antes del fuego estaba todo incluido. Después, también. Salgo cada día con la fe intacta y una mochila llena de dudas que voy sustituyendo por pequeñas piedras en las que dibujo mi destino. ¿O era mi origen?…
Dentro de estas ¿paredes? la transparencia me protege. Y el horizonte es algo más que una promesa, puede que lo único permanente. Desde que los indios abandonaron la pradera, el mastín de la puerta es el único ser humano con el que me relaciono. Le pido que me acompañe en mi próxima salida. Me mira con desgana: “no tienes traje interestelar”. Sin duda, este perro ha visto demasiadas películas. De madrugada, echo de menos la ruta por la que aquel verano perseguimos al payaso loco. Pero era una utopía y ya se sabe que dejaron de estar de moda tras el último deshielo. En lugar de eso, la dama de Giorgione me ofrece una distopía amable en la que caben mis contradicciones. Oigo al galgo de San Baudelio aullarle a la luna. Él lo sabe: El camino no termina.