DE NIHILISMOS, VIOLENCIAS Y OTRAS CONMOCIONES
La conmoción llegó a la Sección Oficial con ‘Nada’ dirigida al alimón por Trine Piil y Seamus NcNally. La película se pregunta por el sentido de la vida, por el profundo significado (o su ausencia total) de las cosas que consideramos importantes en ella y lo hace desde el punto de vista de un grupo de adolescentes con un pie en una nueva etapa educativa. Uno de ellos decide encaramarse a un árbol de forma permanente para mostrar el sinsentido de vivir. Sus compañeros quieren que renuncie a su protesta y convencerlo de que está equivocado. Para que baje del árbol planean ‘ofrecer’, sacrificar, cosas que para ellos tengan mucho significado. Lo que empieza por el ‘ofrecimiento’ de unas sandalias o la cabellera rubia de una de las chicas acaba subiendo de tono. El nivel de las apuestas, dirigidas por venganzas ocasionales, presión de grupo y la crueldad de unos adolescentes enfadados con la vida, alcanza límites difíciles de soportar. De las sandalias a la virginidad de la mejor amiga de quien tuvo la idea hay unos cuantos saltos.
Trine Piil adaptó una novela de la también danesa Janne Teller que fue un best seller en su país. La directora reconoció, en la rueda de prensa posterior a la proyección de su película, que para ello tuvo que eliminar partes del relato, en especial las que implicaban a los padres de los chicos. Y aquí es donde el guion muestra su debilidad. No es creíble que todos los progenitores estén tan sumamente ausentes de la vida de sus hijos como para no percatarse de lo que ocurre con ellos. También los profesores son personajes circunstanciales y esquemáticos. A veces, caricaturescos.
Por si fuera poco enjundiosa la temática que nos plantea, al final, y metido con calzador, aparece el tema del arte y su significado. La recurrente pregunta de quién decide qué es una obra de arte, me sobraba por completo en esta película, aunque sirva para plantear la vuelta de los jóvenes al redil del sistema.
Dos cosas importantes a su favor: la excelente factura, la seguridad con la que está rodada y la potencia de los primeros planos de los desorientados adolescentes así como el trabajo actoral que con ellos hizo el codirector, Seamus McNally.
Y de la frialdad danesa al tórrido verano en el Tras os Montes portugués donde transcurre la historia de ‘Alma viva’. La directora francesa de origen portugués Cristèle Alves Miera, que presentó la película en la sesión de la tarde junto a su hija y protagonista Lua Michel, se remite a leyendas de esa región donde nació su madre. ‘Alma viva’ fluctúa entre la comicidad del absurdo y el realismo mágico de una comarca donde abundan mitos e historias de brujas. Y todo ello unido por su mejor activo que es el personaje de la niña Salomé, atravesada por el espíritu de su abuela que acaba de morir. El imán de su mirada, la serenidad y verdad de la joven actriz ante la cámara no son sin embargo suficientes para redondear la película que somete al espectador al vaivén de lo que está a punto de sucumbir o a punto de remontar.
La jornada del martes en Sección Oficial comenzó con ‘Vasil’, primer largometraje de ficción de Avelina Prat, arquitecta, guionista, directora de documentales y, durante años, script de algunos de nuestros más destacados directores. Vasil (Ivan Barnev) es búlgaro, duerme en la calle, no tiene trabajo y ha sido acogido temporalmente en casa de Alfredo (Karra Elejalde) un arquitecto jubilado y maniático a quien su hija Luisa (Alexandra Jiménez) no imagina teniendo ese rasgo de solidaridad. Vasil juega bien al ajedrez, también al bridge, y ambas habilidades son también sus armas de socialización. Prat plantea el tema del otro, del miedo y los prejuicios hacia el diferente. Vasil lo es tanto que pondríamos uno en nuestras vidas si no fuera porque en el fondo nuestro escepticismo nos haría sospechar de su aparente transparencia y bondad. Dilema que la directora plantea con acierto y resuelve de forma amable, apoyándose en el buen hacer del dúo protagonista (Elejalde es siempre una garantía y más aquí en un papel sin los excesos que a veces le hacen asumir) pero sin ir más allá.
Más adolescentes, esta vez situados en el verano de iniciación a la vida adulta de Bastien, un joven parisiense de trece años que pasa las vacaciones junto a su familia y unos amigos de sus padres en un lago de Quebec. Allí conocerá a Chloe, tres años mayor que él y varias cabezas de ventaja en cuanto a madurez, e irá descubriendo que crecer es divertido y angustioso al mismo tiempo. El progresivo acercamiento de los protagonistas, el despertar del deseo mutuo, se convertirá en parte central del filme. La atmósfera inquietante del lago que, como todo lago que se precie tiene su leyenda de fantasmas, y del bosque circundante, las señales esparcidas por todo el metraje de que algo malo puede suceder se plasman también en la fotografía que apenas le da una oportunidad a la luz del sol. Debut en la dirección de Charlotte Le Bon. Habrá que estar atentos a su futuro.
Que los buenos sentimientos no hacen buen cine es una verdad de Perogrullo. Pero que la violencia, tampoco es garantía de nada no es algo tan reconocido. Se diría que ésta tiene más prestigio. Me asalta esta reflexión tras atiborrarme de ella en ‘Pamfir’, debut en la dirección de Dmytro Sukholytkyy-Sobchuk, director ucraniano con varios premios en su haber por los cortos realizados hasta el momento. ‘Pamfir’ es sin embargo el triunfo del exceso: de sangre, de violencia, de testosterona, de barro…
Un drama de mafia rural situado en el Oeste de Ucrania durante las fiestas de carnaval. ‘Pamfir’, apodo con que se conoce en su pueblo a Leonid, que dejó el contrabando para trabajar en la vecina Polonia, vuelve a casa donde le espera su esposa Olena y su hijo. Cuando este, por razones un tanto forzadas en el guion quema la iglesia, el padre se ve impelido a volver al crimen para reparar su culpa. Todo es demasiado, todo es un subrayado en este filme que por otra parte no aporta nada que no hayamos visto ya unas cuantas veces con distintos acentos y localizaciones.
Por cierto, la presentación del film tuvo uno de eso momentos emotivos del festival. Estuvo a cargo de su protagonista, Oleksandr Yasentuyk, que recordó que su país sufre el horror de la invasión y la guerra, pero que no se rinde, palabras que hicieron saltar las lágrimas de su traductora.