RUIDO ARGENTINO. SILENCIO IRLANDÉS

Seamos sinceras. Hay películas que atrapan en los primeros planos y es posible que ya no te suelten y otras que te expulsan en esos primeros momentos y tienen difícil remontar. Más sinceridad: no es lo mismo juzgar una película con la calma de su visionado tranquilo que hacerlo en el empacho de un festival, donde historias, bondades y debilidades se amontonan, se potencian, se distorsionan… Valga el preámbulo para explicar las diferentes sensaciones ante dos de las películas que situadas en la recta final de la Sección Oficial. ‘Clementina’, dirigida a cuatro manos por Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, estaba llamada a ser la comedia de este año. Personalmente conecto bien con el cine argentino en general y su comedia en particular (si es que se puede hablar así, en trazo grueso) pero en esta ocasión la conexión fue nula. Vale que en el humor no hay reglas, que el absurdo y los subrayados son libres, pero, en este caso, el sin sentido es tan artificioso que cuesta encontrarle la chispa. Historia de pandemia con una pareja atrapada en un piso que se enfrenta a la difícil cotidianidad y a las incidencias y averías de una comunidad de vecinos que si ya son una pesadilla en tiempos normales en una crisis pueden ser peor que la peste negra y nunca mejor dicho. Pero, lo siento, no conseguí la conexión que me hiciera interesarme siquiera en broma por los avatares de Clementina y su pareja.

Por el contrario, la mirada y el ánimo se me quedaron aliados a la peripecia de Cáit la niña protagonista de ‘The quiet girl’, cinta irlandesa que firma Colm Bairéad en su estreno en el largometraje de ficción. Vale: es fácil engancharse a los silencios de esta criatura angelical que crece en el ambiente hostil de una familia numerosa formada por una madre pendiente solo de su próximo parto y un padre grosero y desapegado. Cáit es enviada a pasar el verano a casa de unos parientes de la madre que la cuidarán con amor y le harán descubrir que una vida más amable y cómoda es posible. Bairéd filma con sensibilidad y delicadeza incluso las imágenes del hogar desestructurado y desapacible en el que crece la niña protagonista y se recrea (hasta rayar el exceso preciosista en ocasiones) en las bondades de su hogar provisional donde el trabajo duro de una granja no excluye la buena educación y la sensibilidad. Incluso, cuando las aguas del pozo del que se abastece la granja esconden una tragedia que no se nombra. ¿Qué pega ponerle a la historia salvo que corre el peligro de plantear sin excesivos matices un argumento de buenos y malos?

Procedente de Irlanda también el documental ‘Mincéir’, presentado en Tiempo de Historia. Su directora, Teresa Lavina, mezcla con maestría testimonios personales y fotos fijas que documentan el pasado de los ‘nómadas’ irlandeses, exponentes de un modo de vida, no exclusivo de este país, que enfrenta su final en todo el mundo. Chatarreros, carreros, cantantes, cocineros o recicladores ‘avant la lettre’ cuentan su pasado frente a la cámara. Maravillosas las fotografías en blanco y negro de los errantes, sobre todo aquellas que muestran la infancia de quienes vivían sin un lugar de arraigo, siguiendo a unos padres vagabundos entre la aventura y la pobreza, la dificultad y la libertad. Magnífica y sentimental fuente de información en un documental de corte clásico.