‘The old oak’, de Ken Loach, ha cerrado las proyecciones a concurso de la Sección Oficial de una 68 Seminci de transición. El comienzo de la era Cienfuegos ha de ser analizada con la perspectiva de no ser al ciento por ciento obra de la nueva dirección. Y a la espera de la decisión del jurado, que este año se antoja más difícil por no haber una candidata clara, repasamos algunas de las últimas propuestas.
Una Seminci sin Ken Loach no parece una Seminci. Una crítica sobre ‘The old oak’ podría titularse Loach by Loach. O, para ser justos del todo, Loach by Loach-Laverty. El tándem que forman director y guionista vuelve a la carga con los temas sociales que son la marca de agua de su cinematografía. Un barrio deprimido en la antigua zona minera próxima a Durham, al noroeste de Inglaterra, sirve de marco para el planteamiento de cómo el racismo ataca también entre los que nada tienen ya que perder. A una comunidad en otro tiempo próspera gracias a la minería, que sobrevive al paro y a la falta de oportunidades de la juventud, llegan unos refugiados de Siria. La mayoría de la comunidad los recibe de uñas: el racismo, el prejuicio cultural y religioso, el miedo al diferente, se hace fuerte en el último pub del barrio, el único espacio publico que queda en la comunidad. Sólo un grupo de vecinos comprometidos trata de ayudar pero será la joven Yara, que ha huido de la guerra con su madre y sus hermanos, el nexo de unión que ofrecerá una salida al odio y la incomunicación. Loach muestra con este film que sigue siendo el guardián del cine más social. Y en esta ocasión frente a títulos como ‘Sorry we missed you’ opta por ofrecer una pequeña luz de esperanza casi rozando un ‘happy end’. No se puede negar la oportunidad del cine de Loach, su denuncia de los estragos del capitalismo extremo, su crítica a la pasividad con la que los más desfavorecidos aceptan su situación, el retrato de los que no miran hacia arriba para buscar culpables sino hacia los que aún tienen menos oportunidades de sobrevivir. En Valladolid se proyectó mientras los diarios se hacían eco de las declaraciones xenófobas de algunos de nuestros representantes… El cine y la realidad…
De Laura Farrés sabíamos por su corto ‘Los desheredados’, una obra medio camino entre el documental y la ficción sobre el cierre de la empresa de su padre. En Seminci ha competido con su primer largometraje, ‘La imagen permanente’, una obra también muy personal, también con reminiscencias familiares, en torno a la construcción de la imagen en un mundo dominado por la publicidad, pero, sobre todo, un relato de vidas sin brillo aparente, de cotidianidades precarias, de maternidades imposibles… El filme comienza muy dubitativamente pero va ganando fuerza con la especial sensibilidad de la directora para dar intensidad a lo carente de relieve, para contar en imágenes que sugieren más que afirman, para atravesar la pantalla con la complicidad de sus dos actrices principales, ambas debutantes.
Mientras veía ‘Las cuatro hijas’ de la directora tunecina Kaouther Ben Hania me acordaba del título en español una de las películas del grandísimo director Manoel de Oliveira, ‘Una película hablada’ y no porque tengan nada que ver entre ellas. Simplemente porque el sexto largometraje de Ben Hania es eso: una película hablada. Y es cine dentro del cine: Un documental va a narrar la vida de Olfa y sus cuatro hijas, dos de ellas ausentes desde que dejaron el hogar materno para unirse al Daesh. Dos actrices las interpretarán en la pero antes deben conocer a Olfa y las dos hijas que aún siguen con ella. La situación de la mujer en los países dominados por el islam, su deseo de libertad, la evolución de sus vidas pese a los límites, la violencia y la sororidad desfilan, a través de sus conversaciones, por este más que interesante ejercicio de estilo y realidad.
Para amantes del ritmo lento y las palabras justas, la última obra del cineasta chino-coreano Zhang LU, ‘La torre sin sombra’. Paternidades ausentes, secretos de familia que lastran el carácter, contención y vidas llevadas sin dramatismos ni grandes ambiciones son retratadas por este director con una sólida carrera a sus espaldas.
Por último, una mirada a ‘La quimera’, la película con la que Alice Rohrwacher confirma el buen sabor de boca que dejó con su anterior largometraje, ‘Lazzaro feliz’. Entre la fábula y el mito, se desarrolla esta historia de buscadores de tesoros etruscos, de pequeños contrabandistas de piezas de arte, que confían en las dotes de Arthur para encontrar tesoros enterrados. Mientras él solo parece estar interesado en la quimérica recuperación de Beniamina, la mujer que perdió y de la que sigue enamorado. La vida y la muerte, la realidad y los fantasmas se entrecruzan en el filme de esta potente narradora.