EXCELENTES DEBUTANTES
Turbia. Así es, ‘Armand’, la opera prima de Halfdan Ullmann Tondel que viene a Seminci con la Cámara de Oro conseguida en Cannes a la mejor primera película. Halfdan Ullmann maneja acertadamente la cámara para crear un ambiente asfixiante que crece a medida que avanza el film. Aquí la oscuridad dentro y fuera de los personajes. Los padres de Jon y la madre de Armand dos compañeros de colegio de seis años son convocados por la dirección del centro ante la posibilidad de que este último haya abusado de su compañero. El asunto es grave y ha de ser tratado con cautela por la dificultad de llegar a la verdad y la edad de los implicados. Pero según se desarrolla la trama en la turbiedad del colegio vacío, en la ira mal reprimida de los padres afectados, en la ambigüedad del director del centro, en la imagen de la enfermera a la que sin saber por qué le sangra la nariz, en la suspicacia que despierta la madre de Armand y su comportamiento extravagante, se comprueba que los niños (siempre ausentes como otro de los personajes implicados) son solo una excusa para dirimir odios de adultos, heridas mal cerradas, venganzas sin cumplir.
No hay duda de que al director el talento le viene de familia (es nieto de Ingmar Bergman y Liv Ullmann) y no parece aventurado esperar buenas noticias futuras en torno a su carrera. En esta primera película ya demuestra sus dotes: la historia avanza en turbiedad y tensión con la cámara muy cerca de los rostros de sus actores (muy buenos intérpretes todos ellos, en particular Renate Reinsve a quien ya vimos triunfar en ediciones pasadas con ‘La peor persona del mundo’) hasta ese aguacero final que parece lavar la turbiedad previa, aunque la frase final sobre la distancia a la que hay que mirar al prójimo no sea precisamente luminosa. Lo malo del filme, y ya lo hemos visto en más de una ocasión en esta Seminci, es la medida: subrayar en demasía, exagerar el tono nunca es conveniente.
CRUDA CONTENCIÓN
Mucho más contenida es ‘Vermiglio’ el filme de Maura Delpero que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia. Contenida que no complaciente en su mirada al transcurrir de doce meses en la vida de una familia afincada en una aldea perdida en los Alpes italianos durante el último año de la II Guerra Mundial. La llegada de un desertor de la guerra alterará la cotidianidad de la familia numerosa del maestro. Este es un hombre aparentemente cabal, culto, humanista pero, al fin, un hombre de su tiempo: en su relación con su esposa, constantemente embarazada, y sus hijos. Delpero cuenta esa vida perfectamente trasladable a otros mundos campesinos y a otras guerras cercanas a nuestra geografía y nuestro tiempo de un modo sutil, con la quietud de la cámara y la belleza del paisaje. Con templanza. Lo que no impide trasladar la dureza de las condiciones de vida de los habitantes de la aldea, incluso de aquellos más favorecidos por vivir en una casa donde libros y hasta un gramófono donde suena música clásica aportan algo de calidez.
SEÑALES MÁGICAS
De un modo también sutil, sin excesivos subrayados y con inteligencia cuenta Marta Nieto en su primera película como directora la historia de Son y su madre. ‘La mitad de Ana’ podría ser una película más sobre una niña que no está a gusto en su cuerpo y quiere que le traten como a un niño, pero amplia el foco y se convierte pronto en la historia de una madre en crisis que ha de enfrentarse a este momento también crítico en la vida de su retoño desde una situación de precariedad: madre separada con un empleo inestable que le aparta de su verdadera vocación que es la pintura y una relación tensa con el padre que no ayuda precisamente. Nieto cuenta esta historia que afecta a tantas mujeres que se ven amenazadas con perder la custodia de sus hijos sin aspavientos. Ana es vigilante en la Museo Reina Sofía y contempla cada día ‘Un mundo’ el cuadro que Ángeles Santos pintó en Valladolid con apenas 17 años y le valió (tras años de olvido e incomprensión) un puesto destacado en la historia reciente del arte español. El surrealismo de la pintura (el realismo mágico, como se insiste en la película) le sirve a la directora para introducir también un elemento mágico en el filme anclado en el cuadro. Las señales que emergen del mundo que ideó la artista iluminarán su situación, le ayudarán a comprender que olvidarse de sí por la obsesión de ser una buena madre no es el camino, a empezar a recuperarse y con ello recuperar el sitio en la vida de su hijo. La película aporta esa mirada detenida, sugerente, sutil que vemos en la manera de contar las historias de las nuevas realizadoras y, sin ser redonda, supone un trabajo delante y detrás de la cámara (ella es también la protagonista de ‘La mitad de Ana’) o de pie en un escenario. Habrá que estar atentos a sus próximos proyectos.