SOBRE ‘DOS FISCALES’, ‘GOLPES’, ‘LIONEL’ Y ‘THE SOUND OF FALLING’
Avanza la Sección Oficial de Seminci sin que de momento aparezca esa película redonda y candidata incontestable a la Espiga de Oro, esa que todos buscamos mañana y tarde entre las propuestas del certamen. A estas alturas y antes de llegar al ecuador, de lo visto por esta cronista, ‘La chica zurda’ es la que más puntuaciones tendría en esa desaparecida tabla de puntuaciones de una parte de la crítica. Todas sin embargo están aquí por motivos si no sobrados sí suficientes.
Pensemos por ejemplo en ‘Dos fiscales’ la propuesta del bielorruso Sergei Loznitsa, un director premiado tanto cuando aborda la ficción como cuando se decanta por el documental. En esta ocasión aborda una historia de ficción, pero a la que se podría adjudicar el cartel de ‘basada en hechos reales’. Estamos en la Unión Soviética de 1937, es decir, en plenas purgas estalinistas en las que fueron encarcelados, torturados y asesinados decenas de miles de disidentes. Una de lasmiles de cartas de presos que el régimen mandó quemar llega a manos de un joven fiscal que decide investigar la veracidad de las torturas que denunciaba. La investigación le llevará hasta el fiscal general del régimen en Moscú.
Oigo a muchos espectadores calificar el filme de previsible por el hecho de que el atrevido y honrado fiscal no puede sino correr el mismo destino del denunciante. Siendo esto cierto, no creo que la intención de Loznitsa sea en ningún caso sorprender al espectador con un final feliz del todo improbable. El valor de la película reside en el mérito de logar contar una historia ‘previsible’ a base de diálogos. Es una película hablada. Y logra mantener el interés a lo largo de sus casi dos horas de duración. Diálogos tensos: en la celda del detenido, un hombre torturado y al borde de la muerte, en los despachos del poder, en el tren junto a los que acabarán deteniendo al joven fiscal. Cuidada ambientación, una fotografía que consigue mostrar el irrespirable ambiente de cárceles y despachos y un protagonista que mantiene la mirada de los represores con una frialdad admirable.
Que las guerras no acaban con el alto el fuego es una obviedad que sin embargo la humanidad olvida para su desgracia. Sus consecuencias duran generaciones, separan familias y truncan vidas, mucho después de que las callen las armas. Así en ‘Golpes’ ambientada en la Transición en la que dos hermanos que quedaron huérfanos tras el asesinato de su padre en la Guerra Civil han seguido caminos muy distintos: Migueli, un delincuente empeñado en recuperar el cadáver del padre –uno de tantos que siguen aún en campos y cunetas– y Sabino policía al cargo de su detención. Primer largometraje de Rafael Cobos, hasta ahora premiado guionista con dos Goyas en su haber por la escritura de ‘La isla mínima’ y ‘El hombre de las mil caras’, ambas de Alberto Rodríguez con el que trabaja habitualmente. En su debut como director sortea bien esa frontera entre el cine de quinquis y el drama político con la inestimable colaboración de un Luis Tosar que hace creíble cualquier traje que diseñen para él y Jesús Carroza que consigue estar a la altura del gran compañero que le ha tocado en suerte. La película se deja ver sin que decaiga la atención.
Y siguiendo con el cine español: otro debut. El del murciano Carlos Saiz que presenta en Valladolid ‘Lionel’, un filme a medio camino entre la ficción y el testimonio, rodado con una familia real que se interpreta a sí misma. Exposición y pretendida reflexión de lazos familiares fallidos. Un padre apenas presente tras el divorcio de su mujer emprende un viaje con su hijo Lionel a Francia para visitar a la hija y hermana respectivamente. Se trata de un hombre peculiar por decirlo de alguna manera suave, de difícil adaptación a las normas sociales, en definitiva, un ‘broncas’ incapaz de comunicarse con sus descendientes: un hijo que no ha cerrado las heridas del pasado y una hija, Alicia, que ha preferido distanciarse también geográficamente de una familia que no es tal.
Aunque es una historia ya vista en numerosas ocasiones la película parte de una idea arriesgada y atractiva en la forma y hubiera podido llegar a buen puerto si hubiera manejado el tempo, eso tan necesario en toda obra de creación. Tres cuartos de hora de broncas paternas, malos modos, y conversaciones fallidas, distancian de tal manera que ya no importa mucho lo que suceda después. El final, único momento algo tierno del filme, en el que parece que la sangre aún tiene algo que aportar, pilla al espectador, o al menos a esta espectadora, completamente agotada.
Como cierto agotamiento produce ‘The sound of falling’, segundo largometraje de la alemana Mascha Schilinski, que llega a la Seminci con el Premio del Jurado del Festival de Cannes en el currículum. Una granja en algún lugar del Norte de Alemania es el escenario para cuatro tiempos históricos y cuatro mujeres distintas, cuyas vidas y entornos familiares parecen reflejarse en el espejo del tiempo. Un guion con trazas líricas y muchos cabos sueltos lastra un filme que aporta sin embargo una cuidada fotografía y una dirección de arte que construyen atmósferas llenas de encanto. Una vez más, el exceso de metraje juega en su contra.