(Publicado en la edición impresa de El Norte de Castilla del 13 de diciembre del 2007)
Vuelvo a la exposición sobre la historia de
Algunas de las obras que forman parte de la exposición las hemos ido viendo en los sucesivos montajes de la colección permanente del Museo. Y ahora parecen distintas, en el contexto de una experiencia común. Y hay obras espléndidas como la de Adolf Schlosser que adorna de nuevo la capilla. Siempre pensé, desde aquella primera exposición de la colección permanente que abrió el Museo, que parecía hecha a propósito para ese espacio.
Es domingo por la mañana del puente de
La soledad es buena para contemplar el arte, pienso egoístamente. Nada te distrae. Te puedes dejar llevar por las imágenes. Incluso sentarte a leer en una de las maravillosa galerías. Al fin nadie va a molestarte. Pienso en que a estas horas los grandes museos nacionales estarán abarrotados y será imposible contemplar un cuadro con calma.
Pero, incluso en un museo, (mis lugares ‘seguros’, mis lugares-refugio) cuando la soledad es tan clamorosa llega a pesar. Pesa incluso en la mirada de alguna vigilancia. Recorro sala tras sala durante una hora y sólo me cruzo con cuatro personas distintas en mi camino. Las he contado por curiosidad. (Es como cuando voy al cine y si hay poca gente cuento las butacas ocupadas. Debo de tener una vocación estadística oculta).
Pienso en la gente que no está y en lo que se podría hacer al respecto. Pero la ciudad, quienes la gobiernan, prefieren invertir en cemento que en ideas. Estrenamos flamantes espacios de cemento y muy pocos espacios de ideas
Y esto es demasiado valioso como para que no se disfrute. ‘Happenings’ aparte, claro está