En el argot del mundo del toreo (que para nada de nada es mi mundo), pero ahora es lo que se me ha ocurrido.
El mes pasado Setiembre casi para empezar una nueva estación del año, cambié un número en mi onomástica, léase cumpleaños.
Y aunque nunca me ha preocupado esto de la edad podéis creerme o no, me hace reflexionar en lo que llevo vivido. ¡Dios! Mucho, o al menos a mi me lo parece.
Y ahora parece que el espejo de mi cuarto de baño me avisa en cuanto me levanto, me avisa que ya de niña nada, pero no me avisa de que no debería tener las mismas ilusiones, y eso duele, porque las sigo teniendo.
Debería estar prohibido por ley hacer eso, mirarnos al espejo, nada más poner los pies en el suelo por la mañana.
Si algún día llegara a la política juro por mi conciencia y honor que intentaría que esto fuera de obligado cumplimiento.
Claro que jurar por la conciencia y honor no serviría de nada porque lo mismo, estúpida de mi seguiría pensando que no he cambiado de tercio, que sólo he cambiado de década, ahí es ná.
Saludos blogueros míos, ahora que no me estoy mirando en el espejo.