Supongo nos cuenta la desdicha mayor que es ver morir a tus hijos, ayer salía un hombre diciendo que la sequía y el hambre se había llevado a dos de sus hijos, que los otros morirían igual, de hambre. Su cara de resignación me aterrorizó, no vi a la madre, no sé qué rostro me transmitiría ella, igual esa misma desesperación resignada.

Esqueletos del ganado en tierra seca a tope. Si no hay ganado no hay nada para subsistir, o casi nada.

Pero siguen teniendo hijos, donde el preservativo no está generalizado, sólo algunas ONGS consiguen algo positivo, para que se convenzan y lo usen.

Kenia está siendo un refugio, que no lo es, es otro cuerno de miseria, pero la gente huye de lo que parece será su muerte segura si se quedan, quizá más tarde, si se van. Terrible.

Pero si hay políticas que están impidiendo el paso a las ONGS, mal se puede ayudar.

Somalia me cuenta que detrás de tanta reunión de la FAO, a la que desde luego atribuyo buenas intenciones se queda todo en nada, son/somos incapaces de solucionar esto en un mundo donde tiramos a la basura toneladas de alimentos cada día.

Cuéntame tú Somalia, o cualquier otro país del mundo masacrado por las guerras, el hambre, la corrupción, cuéntame.

Cuéntame lo fácil que es escribir unas letras solidarias desde un ordenador en mi casa después de “comer, abrir un grifo, y tener agua”.

Cuéntame que estoy disgustada porque este año no me voy de vacaciones, no veré el mar, porque no me han llamado para trabajar, porque tengo un hijo aún que tiene que encontrar su lugar después de acabar una carrera, suena hasta ridículo. Cuéntame.

Casi mejor no me lo cuentes Somalia querida, me dará vergüenza, mucha vergüenza.

Saludos blogueros.