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Esperanza Ortega

Las cosas como son

ETA, resucítalos.

Tiene que ser una pepla esto de dedicarse a la política. Lo digo porque el arte de la política es el de buscar el bien común, y el que lo busca ha de tratar con gente cuya sola proximidad haría que a cualquiera se le revolviera el estómago. Por ejemplo, ahora que ETA ha dejado las armas, los políticos tendrán que dialogar con los mismos de los que se tenían que proteger con escoltas para que no les pegaran un tiro. “Hemos reflexionado y llegado a la conclusión de que la violencia no es el mejor camino para conseguir nuestros objetivos”, decía en la radio una representante ya saben de quién. La pena es que no hayan reflexionado hace treinta años, la pena es que hayan tenido que matar a más de 800 personas antes de caer en la cuenta de que lo de matar a la gente no está del todo bien. Pero más vale tarde que nunca. Y por eso respiramos con alivio cuando los encapuchados de la boina salieron en la tele anunciando que se iban para siempre. Se alegraron especialmente los que viven o tienen parientes o amigos en el País Vasco, que somos la mayoría de los españoles. Se alegró toda España, excepto aquellos a los que la existencia de ETA no les venía mal del todo. Me refiero a los que jalean y exaltan el dolor de los familiares de las víctimas de ETA como si se tratara de un trofeo. En vez de allanar el camino –a enemigo que huye, puente de plata- proponen que se exija que los terroristas se pongan de rodillas y pidan perdón. Está claro que eso no lo van a hacer nunca, así que sus exigencias traerían como resultado que continuara la función. Tampoco les valdría de nada ese acto de contrición  ni a las víctimas ni a sus familiares. Si me hubieran matado a un hijo y luego vinieran a pedirme perdón, yo –con perdón- sabría qué contestarles, ¿a que usted también? Porque, además, ¿quién tendría que disculparse?, ¿únicamente aquellos que empuñaron las armas? Yo creo que tendrían que pedir perdón también aquellos que salieron a la calle gritando ¡ETA, mátalos!. Todavía me espeluzna recordar ese grito. Yo no les perdonaré nunca el escándalo de haberlo escuchado. Por eso reconozco que es muy buena noticia que aquellos vociferantes defiendan sus ideas sin llamar a ETA para que saque las pistolas en su nombre. Es mejor tragarse ese sapo que tenerlo atragantado en la garganta, igual que lo hicimos en los años de la Transición, cuando tuvimos que tolerar que personajes como Willy El Niño –así le llamaban al que dirigía las torturas en la Dirección General de Seguridad de Madrid- se fuera de rositas al acabar la Dictadura. Borrón y cuenta nueva. Aunque a mí me gustaría que los que ayer azuzaban a los terroristas hoy salieran a la calle gritando desesperadamente: ¡ETA, resucítalos!; me gustaría que, en otro caso, no pudieran dormir jamás tranquilos. Y siempre que vea bailar alrededor del árbol de Guernica a los gudaris, me acordaré de aquella niña a la que un artefacto explosivo le robó sus dos piernas, simplemente porque a ETA y a quienes la apoyaban no se les había ocurrido aún que había que pensar antes de matar. Pero escribo esto porque no me dedico a la política profesionalmente, en otro caso, me callaría y cumpliría con mi deber: el de hacer todo lo humanamente posible para poder anunciar la buena noticia: que ETA, de una manera o de otra, ha pasado a la historia.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.