¿Usted no va a votar? ¿Porque no quiere o porque no sabe? En el caso de que no lo haya hecho nunca, le serán muy útiles mis instrucciones, y si es reincidente, confieso que aspiro a hacerle sonreír. Para votar hay que seguir estos cinco pasos:
1) Dirigirse hacia el Colegio electoral con el carnet de identidad a mano. Una vez allí, consultar los folios en los que aparecen todos sus vecinos por orden alfabético. Mientras lo hace, le recorrerá un escalofrío ante el temor a ser ninguneado, el temor a que su nombre no aparezca en la lista y, en consecuencia, usted sea un ciudadano inexistente. Y sentirá un alivio y una alegría interior inusitada al descubrir que sí, que allí está usted, con nombre y apellidos.
2) Una vez comprobado que usted existe, diríjase a la mesa en la que están las papeletas de todos los partidos. Y no elija al tuntun. Si usted es votante del PP, no necesita de mis consejos, pues votará, seguro, a don Mariano. Y si es de los que, según Pons, cometieron la idiotez de votar al PSOE, piense bien lo que hace. Vote a quien quiera, pero descarte los consejos de ese vecino del PP. Sí, me refiero a ese que respeta tanto sus ideas y comprende muy bien que usted se abstenga, el mismo que le aconseja que vote a Rosa Díez. Y si usted está indignado, hágase cargo de cuánto lo estaría si ni siquiera tuviera derecho al voto, como ocurría cuando gobernaba el dictador que murió un día como hoy. Y si usted es mujer, piense en cuántas mujeres fueron vejadas por defender el derecho a que usted vote hoy. Y sobre todo –hágame caso, que se lo digo por su bien- no piense que si no vota no pasa nada, porque, en democracia, abstenerse significa no tener opinión, es decir, sumarse al voto de la mayoría.
3) ¿Ya se ha decidido? Entonces, con el sobre en la mano, diríjase a la urna, que es una caja transparente que está encima de una mesa alargada, rodeada de personas sonrientes dispuestas a decir su nombre y asentir con la cabeza. Pero no se extasíe demasiado con la ternura de la escena porque seguramente estará esperando otro vecino para votar detrás de usted. Son cosas de la democracia, que es de todos.
4) Una vez superados los apartados anteriores, olvídese del tema y no escuche los informativos, porque no hay cosa más aburrida que la noticia de que no ha habido incidentes en el día de las elecciones. Si salen los que usted votó, acuéstese feliz. Mañana será otro día. Si no han ganado los que usted votaba, acuéstese también, que más se perdió en Cuba. Porque lo que da más rabia es lo que me ocurrió a mí en las únicas elecciones en las que no voté: que me pasé toda la noche delante del televisor, interesada como nadie en los resultados, rabiando por haberme abstenido.
5) Por último, rece porque quien gobierna el mundo en la actualidad, que no es ningún partido político, considere que es peligroso seguir dando cuerda al artilugio de la usura, y que le conviene más asentar su poder sobre la justicia que sobre la avaricia. Y si sus rezos no son escuchados, salga a la calle a luchar por lo que es suyo y también, en la medida que usted sea capaz de ello, por lo que es de los otros, de todos. Usted ha votado, usted existe, usted tiene todo el derecho a ser escuchado. Pero, ¡cuidado!, no destruya nada, sea delicado hasta con las flores de los jardines.