La semana pasada hemos escuchado muchos testimonios de mujeres maltratadas porque la ONU estableció el 25 de noviembre como Día Internacional contra la violencia de género. A mí, siempre que oigo a estas mujeres explicar su terrorífica experiencia, me ocurre lo mismo: aunque no haya estado en contacto íntimo con ninguna de ellas, su relato me suena a conocido, como si la degradación de la dignidad que el maltrato supone me fuera familiar. Y resulta que ayer mismo he descubierto a qué obedece esta temprana clarividencia mía. El descubrimiento lo he realizado mientras releía “Nada”, de Carmen Laforet, la misma novela que ustedes leyeron en su juventud, si es que tienen una edad aproximada a la mía, y cuya lectura recomiendo hoy a las jóvenes y adolescentes, pues entre sus páginas se encuentra un análisis certero de estas relaciones sadomasoquistas que incluso pueden terminar con el asesinato de la mujer. Gloria, una de sus personajes, le explica a Andrea, la protagonista: “No, Andrea, no es cosa de risa despertarse medio ahogada, con las manos de un hombre en la garganta. (…) Un día me enseñó una navaja muy grande que, según dijo, llevaba para cortarme el cuello (…) ¿Y cómo se puede huir cuando un hombre tiene una navaja y unas piernas para seguirte hasta el fin del mundo? ¡Ay, chica, tú no sabes lo que es tener miedo! Estoy en la cama acechando el momento en que él duerma para dejar la cabeza hundida en la almohada y descansar al fin. Y veo que él no duerme nunca. Siento sus ojos abiertos a mi lado. (…) Al fin, no puedo más, el sueño me va entrando como un dolor negro detrás de los ojos y me voy aflojando, rendida… Inmediatamente siento su respiración cerca, su cuerpo tocando el mío. Y me tengo que despabilar, sudando de miedo, porque sus manos me pasan muy suavemente por la garganta (…) Y si fuera malo, chica, yo le podría aborrecer y sería mejor. Pero a veces me acaricia, me pide perdón y se pone a llorar como un niño pequeño… Y yo, ¿qué voy a hacer? Me pongo también a llorar y también me entran los remordimientos… porque todos tenemos nuestros remordimientos, hasta yo, no creas…Y le acaricio también… Luego, por la mañana, si le recuerdo esos instantes, me quiere matar…¡Mira! Rápidamente se quitó la blusa y me enseñó un gran cardenal sanguinolento en la espalda”. Cuando leí “Nada” por primera vez, recuerdo que pensaba que ésta y otras escenas siniestras se debían a la técnica esperpéntica con la que su autora se proponía expresar la miseria moral de la postguerra. Escenas tan degradantes no las consideraba entonces verosímiles. Hoy, en cambio, pienso que Carmen Laforet acertó a escribir la más realista de las novelas. Los libros nos pueden ayudar a entender el mundo sin tener que sufrir sus horrores, y “Nada” podría ahorrarles a algunas más de un cardenal. El 25 de noviembre, además del Día contra la violencia de género, se celebró el Día de las Librerías, estos establecimientos que nos ofrecen la experiencia acumulada por hombres y mujeres a lo largo de los siglos. ¿Que no se acuerda ya cuánto hace que no entra en una librería?, ¿de verdad le parece que no va a encontrar allí nada interesante?