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Esperanza Ortega

Las cosas como son

¿Por qué mataron a Lorca?

“La noche no quiere venir/ para que tú no vengas / ni yo pueda ir”. Así comienza uno de los últimos poemas de García Lorca. En los días pasados, se ha publicado el nombre de su destinatario, Juan Ramírez. Pero poco añade a la comprensión de la obra de Lorca este descubrimiento. Sí confirma que sus asesinos mataron a un poeta trágicamente enamorado, consciente de que hasta la noche y el día colaboraban en el asedio a sus deseos más íntimos. Cuando yo estudiaba Bachillerato, ya leíamos a Lorca. En los libros de texto se comentaba que había muerto durante la Guerra Civil.  No había que preguntar las razones de su muerte, por no poner en un aprieto al profesor de Literatura. En privado, las personas de derechas decían que le habían fusilado porque era un “sarasa”, los de izquierdas reivindicaban que su asesinato se debía a razones políticas. ¡Como si no fuera una razón política la rebeldía que supone la homosexualidad! “Pero yo iré/ aunque un sol de alacranes me coma la sien (…) Pero yo iré/ entregando a los sapos mi mordido clavel…”, seguía clamando Lorca en su poema, consciente del peligro al que le abocaba su persistencia en el amor prohibido. En su última carta, que data del 18 de Julio de 1936, le dice a su amante que no renuncie a la vida, que no consienta desandar ni un palmo del camino que han recorrido juntos. Ya se sabe que los enamorados se sienten invulnerables, por eso en el poema, sin idealismo ninguno, afirma su confianza en el poder del deseo: “Pero tú vendrás/ con la lengua quemada por la lluvia de sal (…) Pero tú vendrás/ por las turbias cloacas de la oscuridad…”  Aún hoy, cuando las leyes admiten en España la plenitud de derechos de los homosexuales, muchos  intentan que regresen a las cloacas donde les espera su lluvia de odio y de desprecio. Todavía hoy, el derecho a que cada uno elija vivir como bien quiera depende del dictamen del Tribunal Constitucional, al que el partido del gobierno se ha dirigido para que derogue la ley que admite el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y la iglesia católica, que ha ocultado hipócritamente la pederastia de tantos sacerdotes, sigue condenando a quienes deciden proclamar la verdad de su amor. En su última carta, Lorca aconseja a su amante que se enfrente a su situación, que no trate de huir, con una valentía que sobrecoge: “no dejes que el río te lleve. Juan: es preciso que vuelvas a reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles”.  Desde que Ricardo Corazón de León reconoció ante la corte que durante las Cruzadas había cometido pecados contra natura con sus compañeros de armas, nadie había sido más diáfano en su determinación amorosa. Queipo de Llano contestó a la pregunta sobre la suerte que debía correr el poeta con estas palabras: “que le den café”. ¿Por qué?, hoy siguen preguntando los alumnos: porque era republicano y homosexual y valiente y poeta, y porque no renunciaba a reír y llorar. Eso es lo que hay que contestarles, lo entienden enseguida. Confío en que llegue el día en que a los alumnos les sea muy difícil comprender las sinrazones del general Queipo de Llano. Ese día, los profesores, cuando les pregunten por qué murió Lorca, contestarán con los últimos versos de este poema, que habrá adquirido un sentido pleno y fatal, el que proclama que murió por conquistar la libertad de todos ellos, de todos nosotros: “Ni la noche ni el día quieren venir/ para que por ti muera/ y tú mueras por mí”.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.