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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Entre la nada y la pena

 

El lunes me dispuse a ver “La noche”, de Canal 24. Desde hace algunos años funciona este programa de debate político, el único en que los insultos y los gritos desaforados no son moneda corriente, como sucede en otras cadenas. Es verdad que, desde las últimas elecciones, el debate adolecía de una clara parcialidad, que se manifestaba en que los comentaristas, salvo contadas excepciones, solían ser afines al gobierno. Pero, así y todo, me seguía pareciendo interesante escuchar lo que “ellos” deseaban hacernos creer. A todo se acostumbra una. Hasta sentía un regusto morboso, semejante al que se arriesga a mirar a los ojos a su torturador. No es que yo sea masoquista, pero tengo bastante aguante y lograba sobreponerme al tufillo bobalicón y fascistoide de las barbis y kenes que han sustituido a los moderadores y comentaristas serios y profesionales. “La noche”, ya reformada, había cesado de emitirse repentinamente, justo cuando el asunto Bárcenas comenzaba a ponerse al rojo vivo, y cuando el verano nos sorprendió de súbito, tras una primavera lluviosa y otoñal. Y da la casualidad de que el lunes comenzaba la nueva etapa, la “ultrarreformada” con nuevo presentador. No tengo palabras para calificar la parcialidad bochornosa con la que se comentaron los temas seleccionados. En cuanto a su presentador, mejor es callar, tampoco encuentro palabras para calificarlo. Sin embargo, todo lo hubiera soportado con resignación sino nos hubiera sorprendido con un nuevo formato de debate, el de dos personajes que nada tenían que discutir porque parecían clonados, y que representaban la “mentalidad positiva” con la que se desea edulcorar el deprimente estado de las cosas. Según le entendí, se trata de buscar cada noche el ángulo empalagoso y tontorrón de la actualidad, para que nos vayamos contentos a la cama con su baba sobre los párpados. No me van a creer, pero fue así. Uno de los dos personajes era “Presidente del Instituto de la Felicidad” y el otro presumía de ser “Profesor de Liderazgo”. Así como lo oyen, y les aseguro que, aunque lo pareciera, no era “Martes y trece”, era lunes y dieciséis. Se pueden imaginar el mensaje: la felicidad es un estado subjetivo, que depende del ser mismo, no de la situación que tenga que soportar. Lo decían ufanos, contentos de haberse conocido cada uno a sí mismo y los dos entre sí. Además, estaban dispuestos a enseñarnos a ser felices a los infelices ciudadanos que no habíamos tenido la oportunidad de asistir a sus charlas amenas y clarividentes. Yo, para ser un poco menos infeliz, apagué la tv antes de que terminara su historia para no dormir. Y para echarse a llorar. “Entre la nada y la pena, elijo la pena”, decía un personaje de “Las palmeras salvajes”, la novela de Faulkner. Se la recomiendo para las noches otoñales. ¿Su lectura les hará felices?, puede que sí o puede que no; pero les librará al menos de una pesadilla: la de creer que sí, que somos tan idiotas como el director de este programa cree que somos los espectadores de tve. Y la pena nuestra –“tengo la pena de una sola pena/ que vale más que toda la alegría”, decía Miguel Hernández- nos susurrará al oído que sí, que sí, que seguimos siendo seres humanos. No, ser o no ser un ser humano no es una nadería. Aunque no pertenezca al Instituto de la Felicidad ni sea profesora de liderazgo, me siento cualificada para asegurarles que no es poco.  

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.