¿Por qué será que las revoluciones pacíficas siempre estallan en primavera? El Mayo francés, la Primavera de Praga, la Revolución de los claveles portuguesa… La primavera la sangre altera, es verdad. Y aletean los corazones como los pájaros en sus nidos cuando están a punto de emprender el vuelo. Luego pasa la dulce estación, algunos pajaritos se transforman en pajarracos depredadores, otros son aplastados por la inmisericordia de la naturaleza, pero algo pervive de aquel primer vuelo, testimonio perenne del poder de la vida. Sentirse preso en primavera tiene que ser más desesperante que en otra época del año, ya lo decía el prisionero del romance: “Que por mayo era, por mayo/ cuando hace la calor/ cuando los trigos encañan/ y están los campos en flor/ cuando canta la calandria/ y responde el ruiseñor/ cuando los enamorados/ van a servir al amor(…)/ Sino yo, triste, cuitado/ que yago en esta prisión…” El erotismo florece como las revoluciones en la tierra fecundada, por eso los jóvenes desean florecer en primavera, mientras hacen el amor y no la guerra. Y “revolución” rima con “canción”: la música es el río donde se bañan los enamorados que anhelan un mundo limpio, cristalino. Todas las revoluciones primaverales poseen un himno que cantar al unísono. La Revolución de los claveles comenzó con una canción que decía: “…Em cada esquina um amigo,/ em cada rostro, igualdade,/ Grandola Vila Morena/ terra de fraternidade…” Esta fue la contraseña que transmitió Radio Renaixença un 25 de abril, mientras una quiosquera colocaba un clavel en el fusil de un soldado. En España también tuvimos canciones revolucionarias, pero no solían estar en castellano, sino en otras lenguas nuestras, que entonces nadie consideraba extranjeras. “Al vent”, de Raimon, cantada en la lengua de la tierra de las flores, de la luz y del amor, habría sido la contraseña que yo hubiera elegido para dar comienzo a aquel Mayo español que no acabó de llegar. Lo recordaba estos días, al enterarme de que Raimon le había dicho NO al nacionalismo catalán. Lógico. “Nosaltres no som d’eixe món”, afirmaba el cantautor valenciano en otra de sus composiciones. No, no aspirábamos a vivir en este mundo, sino en aquel que íbamos a conformar con las manos entrelazadas, el mundo entero y verdadero del “We shall overcome” de Pete Seeger. La interpretación que hizo Joan Baez de “We shall overcome” en 1970, en el Festival de la Isla de Wight, ante una muchedumbre innumerable de jóvenes entusiasmados, dio la vuelta al mundo. Yo me emocionaba oyéndola cantar aunque no entendiera la letra. La entendí cuando escuché su traducción a unos amigos gallegos: “Venceremos nós/ algún día venceremos dende o fondo da noite/ dime o corazón que algún día venceremos/ Collidos das mans o faremos/ e no mondo enteiro o faremos/ Dime o corazón que algún día venceremos…”. Acunamos a nuestros hijos con aquellas canciones. Sin embargo, el mensaje que dice que “tots junts vencerem”, que juntos haremos un mundo nuevo –ojo, que no dice un país nuevo-, parece que hoy se ha olvidado. Pero ya se verá, el mundo da muchas vueltas. Cada día gira sobre sí mismo y regresa a nosotros desde el fondo de la noche, cada año describe su órbita alrededor del sol, y vuelve renovado, hablándonos con la voz de Joan Baez en la Isla de Wight. Su mensaje es el mismo en todos los idiomas: la primavera es posible, algún día venceremos. Me lo dice el corazón, que también rima con canción.