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Esperanza Ortega

Las cosas como son

¿Cuánto vale una prostituta?

“Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis”. Estos versos de Sor Juana Inés de la Cruz se nos vienen a muchas a la cabeza cada vez que se habla con desprecio de la prostitución, ese oficio tan lamentable al que hoy en España debe de dedicarse gran número de mujeres, pues, según he leído, mueve más de 10.000 millones de euros anuales. Aparece la cifra en los periódicos porque en Europa nos dicen que habríamos de integrarla en el PIB como actividad económica floreciente, aunque no sea lícita. El hecho nos mueve a reflexionar sobre si no sería mejor que se legalizara su trabajo, por triste que sea, para que al menos se evitara que las menores fueran obligadas por las mafias a ejercer la prostitución o que los chulos explotaran a todas ellas con brutalidad y alevosía, como vienen haciendo desde tiempos inmemoriales. La prostitución es además la metáfora de la situación de la mujer en la Historia, objeto de codicia y deseo, pero también de explotación y desprecio. Es lo que quiere expresar Sor Juana Inés en sus versos: los mismos que se aprovechan de ellas las desprecian y vejan, como si su propia existencia no les acusara. El reconocimiento de que el oficio mueve mucho dinero y que hay que contabilizarlo no deja de tener su qué, en una sociedad cuyos valores se mueven entre el supuesto respeto a la mujer y la hipocresía más absoluta. Los que no se quieren plantear estos problemas responden que muchas mujeres eligen un oficio tan lucrativo –solo para algunas de ellas- por verdadera afición o al menos por el deseo de ganar un dinero fácil. Y es verdad que algunas prostitutas defienden su derecho a vender su cuerpo como se venden otros productos en el mercado. Con respecto a esta idea de la voluntariedad podríamos decir que muchos niños de países subdesarrollados defenderían también el trabajo infantil si se intentara liberarles de sus cadenas, sin solucionar antes  el problema del hambre que les aqueja. Incluso hay padres que venden a sus hijas por unas pocas monedas, ¿es libre su decisión? Las niñas que se someten a estos tratos, ¿son libres? ¡Vamos! Lo que hay que oír. Y todos sabemos que a la salida de las grandes y pequeñas ciudades existe una línea de establecimientos en los que no hay que entrar si una no es profesional o uno no forma parte de la clientela. Pero nadie hace nada, y escandalizarse parece asunto de puritanas aburridas que no se han enterado todavía de en qué mundo viven. La explotación de la mujer es un hecho consentido como mal inevitable, al que nadie, nadie intenta poner coto. Por eso solo es válida moralmente la postura de quien, conociéndolas, procura ver en ellas a los seres humanos que son, dignos de admiración cuando consiguen preservar cualidades humanas entre ese fango que las rodea. Algunos poetas lo han hecho. Ellos han visto su alma, esa que no tiene precio ni se contabiliza en el PIB, y han escrito sus versos dando constancia de que las prostitutas también tienen luz, y esa luz ilumina a quien las mira de verdad a los ojos. Entre todos estos poemas destaco el de Tablada, un poeta mexicano de principios del Siglo XX: “Las prostitutas/ ángeles de la guarda de las tímidas vírgenes/ ellas detienen la embestida de los demonios/ y sobre el burdel/ se levantan las casas de cristal/ donde sueñan las niñas” De esto no hablan los especialistas financieros, pero alguien tenía que recordar que el edificio de cristal de Europa se levanta también sobre este dolor, continuo e innombrado.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.