La figura del soñador es una de las más denostadas en nuestro tiempo, sobre todo cuando los sueños atañen a la cosa pública. El discurso del político soñador convence, pero sus adversarios le tratan con la condescendencia con la que tratarían al iluso, al idealista abocado al fracaso. En EE.UU, sin embargo, hay un movimiento de estudiantes hispanos sin papeles que se autodenominan “dreamers”, los soñadores. Los dreamers han conseguido hacer realidad el más importante de sus sueños: poder estudiar en cualquier Universidad sin miedo a ser expulsados, gracias a la medida que Obama ha aprobado hace unos días. ¡Ah!, Lutero King también tuvo un sueño, el de que todos los norteamericanos tuvieran los mismos derechos civiles, y fue asesinado porque supo hacerlo realidad. Tener sueños puede ser peligroso, aunque habremos de convenir, con Calderón de la Barca, que todos soñamos; la diferencia estriba en la índole de nuestros sueños. Napoleón soñó con conquistar el mundo, Hitler con la pureza de la raza aria…En la España actual, sin embargo, lo peligroso era la ausencia de sueños. O mejor dicho, la carencia de un sueño solidario, ajeno al pragmatismo inmoral dominante. Este pragmatismo sin horizonte aboca a los políticos a la corrupción, y a sus votantes al pesimismo y la impotencia: si nada se puede cambiar, es natural que sólo se sueñe con medrar. El pequeño Nicolás, paradigma de los jóvenes emprendedores de derechas, tenía un sueño: ganar dinero. Y llamó a la puerta de quienes compartían ese sueño, y le abrieron, aunque ahora intenten echarle a empujones. Unos sueñan con coches de alta gama, otros con una tarjeta black que les permita ir de putas caras, otros con cuentas millonarias en Suiza, otros con cazar un elefante… El éxito de Podemos se debe a que ofrece otro sueño, el que se fue fraguando en movimientos como Alternativa universitaria, el 15 M, el Stop desahucios…, sueños que parecían haberse desvanecido y que, en la noche oscura de la crisis económica y la corrupción política, han vuelto a despertar. Por eso, porque, además de convencer, las encuestas dicen que pueden vencer, se les ataca con una saña que raya en lo patético. Para los partidos mayoritarios, todos los que deberían ser objetivos prioritarios de la política se consideran sueños irrealizables: acabar con los paraísos fiscales, evitar que la gente duerma en la calle en ciudades llenas de pisos vacíos, garantizar la protección de la infancia en la miseria, establecer un salario mínimo digno… Así las cosas, lo más coherente sería quedarse en casa el día de las elecciones y rezar para que al sistema le convenga que sigamos vivos -al menos para que consumamos los productos que fabrican en China- y, si se tiene buen corazón, colaborar con Cáritas. Y si no se tiene casa ni trabajo, salir a robar, quemar contenedores, romper escaparates…. Lo mejor de Podemos es que ha logrado que un sueño solidario y benéfico se extienda entre la ciudadanía de nuestro país, que muchos jóvenes hayan sustituido el sueño de encontrar un trabajo fuera de nuestras fronteras por el sueño de construir una España justa y próspera. y eso no es moco de pavo. La prueba de que no lo es lo demuestra el hecho de que contra ese moco de pavo se dirija la artillería mediática de todo el espectro político. Pero no apuntan bien, porque mientras los dreamers estén despiertos, muchos podemos soñar que existe una salida para esta pesadilla, y eso nos permite dormir más tranquilos.