Ea, ea, ea… A Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, les amamantó una loba, pero a Diego Bescansa le amamanta su madre a demanda. Y a juzgar por el aspecto del bebé, la diputada de Podemos no participa de la mala leche de los compañeros y compañeras del Parlamento que se dedicaron a criticarla desde que entró en le hemiciclo. A la derecha y a parte de la izquierda le molestó mucho que Bescansa hiciera esa demostración de poderío. Porque no llegó azarada, pidiendo disculpas por no haber encontrado a nadie con quien dejar el niño, ni se retiró cohibida a darle de mamar a escondidas, sino que se lo presentó a toda España con todo su tronío, ataviado a la usanza popular, con toquilla blanca y lacitos de raso en el jubón. Se podrá interpretar su gesto de múltiples formas, pero de lo que no cabe duda es de que el niño es una hermosura. ¿Y qué hicieron sus señorías? Algunos lo miraban como si fuera un bicho salido del zoológico, otros clamaban porque su madre le dejase en la “guardería”, como si se tratara de un paquete que se guarda unas horas en la consigna de RENFE; otros, los más finos, decían sentirse escandalizados porque el infante permaneciera tantas horas expuesto a los medios. Pero la verdad es que Dieguito, tal como le vimos en televisión, con su aspecto mollar de bebé satisfecho, les dio a todos la misma respuesta: ¿en dónde voy a estar mejor que en brazos de mi madre? ¿Se imaginan lo que hubiera ocurrido si se hubiera puesto a llorar?, ¿Y si hubiera tenido que cambiarle los pañales allí mismo, profanando el Eau de Rochas de las señoritingas del Parlamento? No quiero ni pensarlo. Por cierto, a los que tanto respeto demuestran por las tradiciones navideñas –belenes y cabalgatas incluidas- habría de decirles que sus miradas aviesas parecían más propias de Herodes que de los Reyes Magos. Pero es que se les vino encima toda la tradición machista en una sola mañana. Antes, las mujeres que competían con los hombres se tenían que cortar un pecho –vean las Amazonas-, pero ahora se levantan y prometen su cargo enteras y verdaderas, con el niño recién amamantado en los brazos. Y acto seguido se presentan a Presidentas de la Mesa. Eso no se lo había advertido la muy cuca de Clara Campoamor, cuando les convenció de que permitieran votar a las mujeres, durante la II República. No les dijo que primero les votarían a ellos y luego se presentarían ellas mismas a las elecciones, sin tener que renunciar a tener hijos e incluso a criarles con apego. A la vista está, lo quieren todo. Lo que deberían haber hecho sus señorías, ya que las mujeres no parecen dispuestas a renunciar a nada, es levantarse y dedicarle una ovación a Dieguito Bescansa, y saludarle con los versos de Antonio Machado: “Españolito que vienes/ al mundo, te guarde Dios”. Porque este niño sí que es un símbolo, es el símbolo de este español nuevo que quiere vivir y a vivir empieza, y que no está dispuesto a que la España moribunda le hiele el corazón antes de tiempo. En cuanto a la eficacia y la responsabilidad de madre y diputada, la diputada de Podemos demostró ayer que sí se puede. No es fácil, pero sí se puede. Y no son precisamente las mujeres que sufren la vida estresante de madres y trabajadoras sin ayuda de nadie las que la han criticado. Ellas se sienten orgullosas de que Carolina Bescansa represente a todas las amazonas de hoy, que no se cortan ni un pelo, y además, cuando apuntan, dan en el blanco. La prueba está en Dieguito, que es un sol. Ea, ea, ea…