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Esperanza Ortega

Las cosas como son

En contra de la felicidad

Ya estoy a punto de alcanzar la felicidad- me dice quien hasta hace poco fue mi amiga-solo me falta alejarme de algunas personas tóxicas. Yo soy una de esas personas de las que debería apartarse mi ex-amiga. ¡Cuánto ha cambiado! Comenzó aficionándose a los libros de autoayuda, tras un desastre sentimental que combatió con ansiolíticos y un cursillo de psicoterapia conductista. Fue entonces cuando la oí despotricar contra el sentido de culpa: “tenemos que aprender a querernos a nosotros mismos”, repetía con la misma convicción que años antes la máxima evangélica: “si quieres entrar en los cielos, coge tu cruz y sígueme”. Igual que ella, otros muchos arrojaron por la misma época sus cruces desde la cima del monte Carmelo, sin mirar si le caían a alguien los leños encima y le partían la cabeza: “lo importante es que somos felices”, decían ufanos, como si la nueva culpa fuera el infortunio.  ¡Nada de autoanálisis ni de remordimientos!, “a lo hecho pecho”, que el que se arrepiente de haber obrado mal es un ser tóxico, y los tóxicos son los nuevos leprosos a los que hay que encerrar en lazaretos. Así, la hipócrita moral católica fue reemplazada por la desvergüenza general, por el  “pasar página” de la internacional de corruptos que asola nuestro mundo. Sin embargo, mi amiga necesitaba todavía más ayuda para contrarrestar los atavismos de sus antiguos directores espirituales, así que se puso en manos de un  coach o entrenador personal de la psique. El coach a domicilio te dirige hacia la felicidad si paguas regularmente sus honorarios.  El dinero es el gran proveedor de energías positivas, según esta espiritualidad que ya practicaba la Celestina y que, en su versión moderna, mucho más simplona, fusiona las técnicas de marketing con la tendencia al encefalograma plano de sus clientes. Primero se elaboran los objetivos y luego se arrasa con todo lo que se le ponga a uno por delante. El éxito está asegurado si se gestionan bien las emociones y no le da a uno por pensar. Un inciso: el objetivo de conseguir a un mismo tiempo la idiocia completa y el éxito social es accesible solo para los ciudadanos del primer mundo, los del tercero son tóxicos por definición. Quizá por eso Albert Rivera, que es un producto típico del coaching, está en contra de la Sanidad Universal: ¡Al diablo con los tóxicos que solo traen energías negativas! Está claro que Rivera no le probaría a Cenicienta el zapatito de cristal, aunque tenga esa planta de príncipe encantado. Nunca sabrá Rivera  lo que se está perdiendo, eso solo lo saben los que pertenecen a la cultura del harapo. Porque también los desdichados tienen su qué, su hada madrina, aunque no se puedan permitir un coach.  ¿Solución al dilema de la vida? Pienso que lo mejor sería que dejáramos la manía de ser felices y aprendiéramos a paladear el sabor agridulce de la existencia humana, que no se concibe sin el sufrimiento ni sin el respeto al sufrimiento. Albert Camus, cuya lectura a mí me ha hecho muy feliz, escribió estas palabras reveladoras: “lo que nos salva de nuestros peores males es sentirnos abandonados y solos, pero no lo bastante solos como para que los demás no tengan consideración de nuestra desventura. En este sentido, nuestros minutos de felicidad son a veces aquellos en los que el sentimiento de estar abandonados nos colma y los eleva a una tristeza sin fin. La felicidad no es a menudo sino el enternecimiento ante nuestra desdicha”.  ¡No hagan caso a su coach!, ¡piensen!, ¡lean a Camus!

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.