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Esperanza Ortega

Las cosas como son

No a las guerras

Los acontecimientos bélicos son la mejor manera de aprender Geografía. A mí, en el bachillerato elemental, no me enseñaron nada más que las capitales de Europa y América, pero gracias a las guerras no ha habido página del Atlas que no haya consultado. Últimamente son los países árabes los que no tienen secretos para cualquiera que se interese por lo que pasa en el mundo. Incluso ciudades míticas, que parecían existir solo en la Literatura, como Palmira, han reclamado el lugar que las corresponde en el mapa al ser destruidas. Bana Alabed, la niña de Alepo que se ha hecho famosa por los twists en donde cuenta los sucesos que sufre cada día, nos ha familiarizado incluso con la geografía urbana de la ciudad, hoy irreconocible. ¿Pero cuándo no ha habido alguna guerra? Yo creo que nunca. Se acaba una y comienza la siguiente, y así progresa la Humanidad, gracias a las investigaciones de los fabricantes de armamento. ¡Qué ironía! Hay días fatídicos que merecerían escribirse con sangre en las enciclopedias. En el siglo XX hubo dos: el 28 de Julio de 1914 y el 1 de Septiembre de 1939. En cada una de estas dos fechas comenzó una guerra mundial. Aunque sus causas sean muy complejas, quizá no hubieran llegado a producirse de no ser por dos acontecimientos que sucedieron esos días. El 28 de Julio el Imperio Astro–Húngaro declaró la guerra a Serbia, tomando como excusa un suceso que se había producido un mes antes: el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo a mano de un terrorista serbio en Sarajevo. Y el 1 de septiembre  de 1939, los alemanes bombardearon Wileun, la ciudad polaca, destruyéndola casi por completo. Hitler ni siquiera inventó ninguna excusa, Alemania era más fuerte que Polonia, y podía hacerlo. Los ejércitos de los países aliados se presentaron siempre como defensores de los inocentes frente a la opresión, pero si hubieran tenido la mínima compasión por la población civil, los americanos no hubieran arrojado la bomba atómica sobre Hiroshima. Y es que las armas se fabrican para usarlas. Ya lo advirtió Flaubert: “No le demos al mundo armas contra nosotros, porque las utilizará”. Trump, ese descerebrado al que han elegido Presidente de los EE.UU, ha prometido aumentar considerablemente el gasto en defensa. Así que solo nos queda preguntarnos qué día empezará la nueva guerra, pues se ve que con las que hay ahora no tiene bastante. Antes de ayer mismo, hubiera sido una fecha con dos excusas bien fundadas: en un un mismo día, en Berlín un terrorista islámico atropelló a 12 personas y otro terrorista disparó sus ocho balas contra el embajador de Rusia en Turquía en una sala de Arte. Bana Alabaed resume en un twist el estado de ánimo de la población condenada que soporta el lento exterminio. Lo hace sobriamente, y por eso sus palabras son todavía más significativas: “Estamos muy cansados”. Yo diría que la Humanidad entera está muerta de cansancio. ¿Esto no tendrá fin? Y recordamos el aforismo de Platón, tan certero como todos los suyos: “los muertos son los únicos que ven el final de la guerra”.  Los griegos, esos sí que sabían.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.