Ya se acerca otro año y es inevitable volver la vista atrás. El viejo año se ha llevado por delante a una multitud de seres desconocidos, pero también a grandes celebridades del cine, de los deportes, de la política… Por grandes que hayan sido, desde Reagan hasta Cruyff. cada uno en su oficio, no han ocupado más que unas dos páginas en los periódicos y unos minutos en los informativos. Yo me pongo a pensar y decido que entre todo ese grupo de famosos a los que en vida no llegué a ver nunca de cerca, las que más me han conmovido son las muertes de Fidel Castro y de Muhammad Ali. Y a decir verdad, en ambos casos, tras una semana, me había olvidado de ellos. Pero sé que no voy a olvidar fácilmente a Harper Lee ni a Marcos Ana, por decir los nombres de dos personas que no parece que en principio tengan nada en común. Sin embargo lo tienen, algo muy importante: los dos son escritores. Y pienso que el padre de la niña protagonista de “Matar a un ruiseñor” la gran novela autobiográfica de de Harper Lee, hubiera sufrido de lo suyo si hubiera tenido que fracasar defendiendo a Marcos Ana ante el Tribunal de Orden Público. Los dos han sido autores de una sola obra. “Decidme cómo es un árbol” era el título de la única obra autobiográfica de Marcos Ana, y Harper Lee le podría haber descrito con más propiedad que nadie, no sólo cómo era un árbol, sino cómo era un bosque entero. El mismo día en que moría Harper Lee, moría también Humberto Eco, un 19 de Febrero de este año que acaba. Huberto Eco fue despedido como el sabio que era, aunque yo creo que él hubiera preferido haber escrito una sola novela que estuviera a la altura de “Matar a un ruiseñor” -digo esto sin desmerecer en absoluto mi gratitud por todo lo que aprendí leyendo “El nombre de la rosa”-. También han muerto otros dos premios Nobel de Literatura: Darío Fo e Imre Kertész. Yo soy mucho más aficionada a llorar que a reír con las obras de arte, y nunca olvidaré “Sin destino”, la obra también autobiográfica de Kertész. Leyendo “Sin destino” ni se ríe ni se llora, porque es una obra que expresa algo indecible, la sin humanidad, la sin compasión, la sin inteligencia y la sin razón. Y sin embargo, ¡cuánto disfruté sintiendo la amargura más honda mientras leía “Sin destino”! . Es el milagro de la Literatura, que solo conocen los lectores. Algo que nada tiene que ver con el placer oscuro del masoquista, y que está relacionado más bien con la capacidad de transformación del alquimista: se trata de transformar cualquier cosa, hasta la más abyecta, en oro. Y estos autores lo consiguen. ¿Eran magos? Un poco, pero no lo suficiente para ahuyentar a la muerte. “¡Ay, muerte, muerta seas, muerta y malandante!”, decía el Arcipreste de Hita hace siete siglos. Al hablar de todos ellos no utilizo el pretérito indefinido: vivieron, murieron, fueron…, sino el pretérito perfecto: han vivido, han muerto, han sido. Y lo hago porque el año en que su muerte ha sido noticia, todavía no ha acabado. ¿El día uno de Enero, con el año reciente, diré: murieron el año pasado? Eso haré en la mayoría de los casos, menos en los de los escritores que acabo de citar. Incluso el Arcipreste de Hita se ve joven y airoso cuando se mira en el espejo de su “Libro de buen amor”. Ellos viven o han vivido hasta hace muy poco. Serán siempre contemporáneos nuestros, los muchachos y muchachas que nos acompañaban en nuestra vida.