Muchos bebés, de recién nacidos, sobre todo cuando están muy delgados, parecen pajaritos que se hubieran caído de un nido invisible. (Por cierto, ¡vaya alivio este de no tener que comentar el último episodio de corrupción del PP! ¿A que me entienden? De repente la cabeza se te llena de plumas volanderas que van y vienen sin chocar unas con otras, igual que los pensamientos libres de cadenas). “Como un gorrión sin alas/ qué amargura tu llanto/ qué tristeza tu mano/ perdida entre la nieve de las sábanas”. Pues en el museo Maidstone de Kent había un sarcófago pequeñito de un pájaro, llamado el “Halcón momificado”. Cuánta delicadeza la de quien momificó a su halcón preferido. (Qué tranquilidad, qué sosiego, volver a escribir de pájaros, de niños y de vuelos, y no de políticos ladrones) “Bravura fragilísima/ mi suave y tierno niño/ de cristal y de carne. Nunca habrá una desdicha/ más solitaria y honda/ que tu llanto”. Pero al abrir el “Halcón momificado” no han encontrado el esqueleto de un pájaro, sino el cadáver ancestral de un niño embalsamado, un varón sietemesino que se encaminó prematuramente hacia el mundo de los muertos. (Es increíble, llegamos a pensar que nunca volveríamos a gozar de esta paz de espíritu, hace apenas una semana, antes de la moción de censura. ¿Arribará, por fin, nuestro verano merecido?) Qué ternura, triste ternura, la de esa madre que perdió a su hijo hace dos mil años. Voló hacia otro mundo con esas alas invisibles que los recién nacidos parecen haber perdido en el momento de abrir los ojos. (Sí, España ha dejado de ser un país bochornoso, ya no da vergüenza decir que eres española. ¿Esperanza? ¿Por qué no? Ya se puede volver a mirar a los niños a los ojos) “Algún día, / se abrirá una palabra/ como una flor entre tu boca/ y volverás de nuevo/ a posarte en mis ramas”. El lenguaje, ¿no es lo único que da alas al espíritu para que sobrevuele sobre la mezquina realidad? Pero no me refiero al lenguaje engañoso de los profesionales de la manipulación. Las primeras palabras del niño, ¡qué inocencia inmanipulable la de esas palabras recién nacidas! Ojalá permaneciéramos allí, sobre el tejado de la Casa del Ser, como el pájaro solitario de San Juan de la Cruz, con el pico abierto al azul, con el trino ensimismado y feliz de quien aún no ha bajado nunca a las cloacas. Los egipcios no solían momificar a los niños pequeños, los enterraban en macetas que dejaban en el jardín de sus casas. (Qué orgullo ser española, ahora que nuestro gobierno ha decidido acoger a los 629 tripulantes del Acuarius, que vagaba por el Mediterráneo con más de cien niños solos, en busca de un cobijo) ¿Saben lo que significa infancia? Viene del latino “infans”: el que no habla. O el que dice sin labios, el que aún no se ha enfrentado a la traición del significado, igual que el capullo apenas entreabierto no conoce la luz mortecina de la tarde en un jardín anochecido, sin verdad. Pero el pajarito un día se decide a emprender el vuelo. También aquel niño egipcio lo emprendió a su manera, en su pequeño sarcófago de plumas. “Volverás a mis brazos / ángel, pájaro y niño/ gorrión con alas/ y con nombres”. ¿Volverás? Quién sabe… (Se me agolpan las palabras, el entusiasmo me lleva a mezclar un poema, las noticias y mis reflexiones). De verdad, ha sido un gustazo reencontrarme con ustedes, mis amables lectores.