“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, les dijo Jesús a los fariseos, ellos se miraron entre sí y se dieron la vuelta, dejando en paz a la mujer que iba a ser lapidada. En cambio Reig Plá, el obispo de Alcalá de Henares no se lo pensó dos veces. Salió con los refajos cargados de pedruscos y tiró la más grande sobre los homosexuales, en el sermón del Viernes Santo. Si no se hubieran retrasmitido por TV, sus palabras condenando al infierno a los que frecuentan los club de gais no hubieran tenido tanta trascendencia, pero le escuchó mucha gente, y el tiro le salió por la culata o, mejor dicho, la piedra se volvió contra él. Todos, los gais y las lesbianas, los heterosexuales y las heterosexuales nos pusimos del lado de aquellos a los que su reverendísima pretendía lapidar. Y ese mismo día, por azar o por los raros designios divinos, apareció un artículo de Vargas Llosa en el que condenaba la paliza de muerte que una panda de nazis le habían propinado a un joven chileno con pluma. La condena la extendía también contra los que, sin sacar el puño de los bolsillos (o de la casulla), incitan con su discurso las más bajas pasiones. Y en esta causa Vargas Llosa es reincidente: en 2005 decía, criticando las “razones” de los que se oponían en España a los matrimonios entre homosexuales, es decir, los obispos y el PP: “detrás de todos estos argumentos no hay razones, sino prejuicios inveterados, una repugnancia instintiva hacia quienes practican el amor de una manera que siglos de ignorancia, estupidez, oscurantismo dogmático y retorcidos fantasmas del inconsciente, han satanizado llamándolo anormal”. ¡Toma castaña!, así hablaba el Premio Nobel, como si la santa indignación le hubiera inspirado. –Ahora sería el momento de reprochar a la Iglesia Católica la pederastia de tantos de sus miembros, pero no voy a tirar contra un blanco tan fácil. Aunque estuve interna en un colegio de monjas, no hicieron conmigo nada imperdonable, solo me sobaron lo normal-. Lo que no le perdono a Reig Plá es que no arremetiera desde el púlpito contra la moderna Sodoma que Esperanza Aguirre va a acoger a las afueras de Madrid: juego, droga y mujeres, un negocio seguro. Y blanqueo para los que no hayan querido beneficiarse de la amnistía fiscal. ¿Han visto la cara de vicioso que tiene el millonario norteamericano que piensa “invertir” en las Vegas españolas?, ¿a que no dejaría con él ni diez minutos a una hija suya? Ni a un hijo, por supuesto. Esto lo digo no porque me haya inscrito en el Ejército de Salvación, sino porque me indigna la falta de vergüenza de tantos fariseos, los mismos que coartan la libertad de los que declaran abiertamente lo que Cernuda llamaba la verdad de su amor, por muchas piedras que les caigan. “Acaso se me haya escogido para enseñarte algo que es mucho más maravilloso que el placer, el significado del dolor y su belleza”. Así terminaba “De profundis”, el libro que Oscar Wilde escribió en la cárcel, adónde le habían confinado por sodomía. Se lo recomiendo a todos ustedes, sean de la tendencia sexual que prefieran –y a mucha honra-. No se lo recomiendo a Reig Plá, que, a tenor de lo que dijo en su homilía, antes tiene que terminar de leer los Evangelios.