Lezama, Zambrano y Ullán: leer en buena compañía.
Allá por el año 1982 asistí a una conferencia de María Zambrano. No tuvo desperdicio, como se pueden imaginar. María Zambrano nos hablaba de Lezama Lima. Una frase se me quedó grabada de su relato: nos contó que, cuando se produjeron en Cuba los sucesos de Sierra Maestra, le escribió a su amigo a La Habana para preguntarle su juicio sobre la Revolución. Lezama le contestó con un telegrama en el que se leía: MARÍA, ESTA VEZ TAMPOCO. Exactamente lo que tenía que decir para apagar la llama de la credulidad gratuita, reconociendo a un tiempo, como aquel a quien lo sucedido incumbe, que la videncia del fracaso es más que triste y que duele en el alma. Esta frase podría resumir la historia de mi generación. “Esta vez tampoco” podríamos haber dicho tras el Mayo del 68 y después del asesinato de Allende y al ver a Fraga convertido en adalid de la democracia y al presenciar los intentos de Felipe González por convencernos de los beneficios de entrar en la OTAN… “Esta vez tampoco” expresa la verdad esencial y sin embargo en absoluto desesperanzada, porque implica el rechazo a las ambiciones ilusas, pero deja abierto el camino para que por fin un día suceda lo esperado. “Esta vez tampoco” era la frase de los que presenciaban los fracasos continuos de los caballeros de Bretaña cuando insistían en su intento de arrancar de la piedra la espada Excalibur, hasta que llegó Arturo y lo justo, lo que tenía que pasar, acabó por suceder. ¡Cuántas veces María Zambrano y sus compañeros de exilio pensarían “esta vez tampoco” mientras deshacían las maletas! También los que escribimos solemos decir “esta vez tampoco” mientras releemos nuestros textos, y eso mismo pensamos cuando abrimos tantos libros llenos de buenas intenciones, pero atrapados en la trampa de la mediocridad. Por eso mismo, al encontrarnos con lo conseguido, experimentamos una sensación liberadora, de alivio, pues la obra lograda nos devuelve a la certeza de que lo justo y lo hermoso es posible. Eso hemos sentido los lectores de “Esencia y hermosura”, la edición antológica de María Zambrano realizada por José Miguel Ullán y publicada después de la muerte de ambos. El texto preliminar de Ullán es a un tiempo el análisis inusual de su pensamiento, el relato de una amistad y una obra de arte en sí misma, tan esencial y tan hermosa como la obra de María Zambrano. Ante este libro enmudecemos, paralizados por el asombro, como los que vieron a Arturo sacar la espada de la piedra. Asombro sobre todo por la suavidad con que se produce el prodigio de la escritura, por la certera decisión con que ambas flechas alcanzan a un tiempo un blanco tan necesario como imprevisto. Y con la melancolía de saber que los arqueros han hecho mutis mientras la espada vuelve a hundirse en el lago cuando pasamos cada página, y con la esperanza que nos empuja a seguir leyendo, para verla resurgir de nuevo en el agua; y con la certeza de que Lezama no hubiera dicho hoy “esta vez tampoco”, de que no hubiera dicho nada, porque él y Ullán y Zambrano están ahora entre sus páginas, aquí, enfrascados, leyendo con nosotros.