No voy a hablar de los sanfermines. Es que el lamento unánime con que terminan estas fiestas coincidió con el de los españoles al final del discurso de Mariano Rajoy. ¡Qué valentía la suya! Es una pena que no la demuestre corriendo los toros. Anunció que obedecerá sin rechistar lo que le mandan en Bruselas, que saqueará al ejército, cautivo y desarmado, de pacíficos funcionarios; tildó a los parados indefensos de gandules y se parapetó detrás de la “herencia recibida” para justificar el desaguisado de su desgobierno. ¡Qué bizarría! Eso sí, a los que nos llevaron a la ruina, ni los rozó siquiera con su espada. ¿No van a pagar los que vaciaron las arcas de las comunidades donde gobernó y gobierna su cuadrilla? Valencia –que ya no es la tierra de las flores de la luz y del color, sino del robo a manos llenas- es un ejemplo fehaciente. ¿Van a seguir cobrando indemnizaciones los directivos y consejeros de las cajas vacías? ¿No va a eliminar a los asesores sanguijuelas que ocupan cargos sin mérito ninguno? ¿O es que acaso no hay técnicos en el ministerio que han accedido al puesto en oposiciones libres por ser los más capaces? Como sería más capaz de torear esta corrida cualquier espontáneo de entre los parados que, tras demostrar sobradamente preparación, honradez y competencia, se ven obligados a emigrar de este país esperpéntico. Porque eso parece hoy España, “una deformación grotesca de la civilización europea”, así la definió Valle Inclán en sus esperpentos. ¡Qué se jodan!, le anima Andrea Fabra desde la barrera, con los modales heredados de su progenitor, quien, conmovido, pide a la banda que ejecute su canción preferida: “Bendita sea la rama/ que al tronco salé…”. ¡Pobre de mí! Aunque hay que reconocer que quien anuncia que nos va a recortar hasta el entierro no ha llegado al poder por un golpe de estado, ha sido elegido por los españoles para realizar esta faena. Es verdad que Zapatero no se atrevió a coger al toro por los cuernos, pero quienes le abucheaban tampoco estuvieron finos a la hora de elegir sustituto. ¿Qué hubiera pasado si los neoyorkinos, al ver a Superman alelado por la kryptonita, se hubieran puesto en manos de Lex Luthor? Pues algo semejante nos ocurre a nosotros. Pero saldremos de ésta, no se apuren, ya verán como sí. Y volveremos a rehacer los hospitales, las escuelas y las bibliotecas, y recuperaremos la jornada de ocho horas, las bajas por enfermedad remuneradas, las becas, y hasta la esperanza. Todo lo que tardamos siglos en conseguir y que desbarataron de una sola embestida. ¿Que no ofrezco ninguna alternativa? Solo un ejemplo: que las familias en paro ocupen los miles de viviendas que los bancos han obtenido por la vía del desahucio. Pero que no se alarmen nuestros abnegados financieros, se les restituirá el botín en cuanto acabe la crisis, más o menos cuando a los funcionarios de les devuelva la extra, ya me entienden. ¡Olé por el Tijeras!, seguro que exclamaba el respetable. ¡Ay!, pero esta medida, tan celebrada en las plazas de sol, no iba a caer bien entre los que se han repartido los palcos de sombra. Ya los veo gritándole a Rajoy: ¡Qué no, que no, que no nos representas! Y a esos sí que los teme, esos sí que le dan más miedo que un Miura. Entonces sí que tendría motivo el valiente Presidente de todos los españoles para exclamar como en los sanfermines: ¡Pobre de mí!.