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Esperanza Ortega

Las cosas como son

El Ministerio de Educación de Petete

Cuando estudiaba en el Instituto Jorge Manrique de Palencia, tuve unos compañeros excelentes. No es de extrañar, pues en su mayor parte constituían una selecta minoría de escogidos estudiantes pobres, que de otra manera no hubieran conseguido acceder al Bachillerato. No iban muy bien vestidos ni sus modales eran refinados,  pero poseían la elegancia innata de la inteligencia. Entonces, al menos en el Instituto, no se conocía el absentismo ni el fracaso escolar. Aquellos compañeros disfrutaban estudiando. Esa fue la lección que me enseñaron, una lección que no venía en los libros de texto. Cuando fui profesora en ese mismo instituto, también tuve alumnos excelentes. Recuerdo por su nombre a dos de ellos: Erico y Ana María. Erico era albañil y realizaba estudios nocturnos. En verano trabajaba en el extranjero, así aprendió idiomas y ahorró para seguir  en la Universidad. Ana María  procedía de una aldea en la que no había Biblioteca, pero no podía vivir sin los libros, aunque sólo poseyera un Quijote que leía una y otra vez. Ninguno de los dos hubiera definido el estudio como un sacrificio, para ellos estudiar era un privilegio. Y ninguno de los dos presume hoy de haber sido el mejor expediente de su promoción, aunque así lo fueran ambos. Me acordé de ellos la semana pasada, cuando en una mesa de Canal 24 en la que se debatía sobre la Ley de Educación, la presentadora comentó como un dato significativo que el ministro Wert poseía el mejor expediente de su promoción. Pensé entonces en la diferencia entre Erico y Ana María, y el ministro, alumno de colegio de pago, para el que el estudio, según se trasluce en sus declaraciones, no pasó de ser un deporte sacrificado en el que competía para obtener las mejores marcas. Wert juega a las escuelas mientras el porvenir de los españoles está en juego. Se divierte así porque no sabe lo difícil que ha sido conseguir el 30% de fracaso escolar. Que el 70% de los alumnos no fracase supone que hay un 60% más de alumnos que terminan con éxito sus estudios que en los años de mi Bachillerato, cuando solo estudiábamos el 10%.. Esto es lo que habíamos conseguido a fuerza de trabajo e ilusión, y gracias a la Educación General y Obligatoria. Pero al ministro está decidido a meter sus cuernos y pezuñas en el sistema que tanto ha costado crear. En la Universidad ha subido las tasas y ha disminuido las becas, dotando de actualidad a estos versos de Góngora: “Todo se vende este día/ todo el dinero lo iguala/ la corte vende su gala/ la guerra su valentía/ y hasta la sabiduría/ vende la Universidad”. Pero a Wert no le importan las críticas, está contento de salir en los periódicos, y sobre todo de haber llegado a ser ministro, puesto que cree haber obtenido por méritos propios. Profesores de Primaria, de Secundaria, de Universidad, de Conservatorios, de Escuelas de Idiomas…. se unen en un mismo grito que nunca escuchará. Ayer los rectores se lo dijeron bien clarito: con la reducción del 80% del presupuesto de Investigación hundirá las posibilidades de desarrollo tanto cultural como material de España. Y él sigue riendo, con la auforia propia de los señoritos que apuestan en el casino el dinero que no han ganado con su trabajo. No creo que el ministro sea capaz de remediar el desaguisado que está preparando. Porque, aunque Wert presuma de saberse de memoria el Libro Gordo de Petete, no hubo nadie que le enseñara en el colegio el significado de tres palabras indispensables para ejercer su ministerio: responsabilidad, educación, honradez.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.