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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Un aplauso para Teloncillo

 

A mí me encanta aplaudir en los espectáculos, fundirme en la oleada de palmadas dichosas que inunda el patio de butacas. Voy mucho más al cine que al teatro, por eso echo en falta la ocasión del aplauso. Esa es la ventaja que tiene el teatro, la presencia en alma y cuerpo de los actores. Es emocionante verlos saludar al final de la obra, no parecen haber regresado del todo a sus vidas, sus rostros permanecen aún entre la realidad y la ilusión. Aplaudimos también a las gentes de teatro porque son un ejemplo de resistencia, ahora que la crisis general se ceba con ellos. “Yo espero para el teatro la llegada de la luz de arriba siempre, del paraíso. En cuanto los de arriba bajen al patio de butacas, todo estará resuelto”, decía Lorca en 1934, refiriéndose a la crisis del teatro. Pero, cuando los del paraíso bajaron en masa al patio de butacas, prefirieron ver películas en tecnicolor. Lorca valoraba el teatro porque lo consideraba un medio de educación social, por eso se lanzó él mismo a recorrer los pueblos de España con su Barraca, en la confianza de que, al ver el mundo representado en el escenario, los espectadores desearían mejorar el mundo real. Sin embargo, Lorca también era consciente de que no es arte auténtico todo lo que reluce entre bambalinas, por eso añadía: “Mientras que actores y autores estén en manos de empresas absolutamente comerciales, actores, autores y el teatro entero se hundirá cada día más, sin salvación alguna” Con medidas como el IVA cultural, nuestras autoridades han resuelto el problema: el patio de butacas se ha quedado vacío porque sencillamente el público no puede pagar la entrada. Ana Botella se esmera en extender la barbarie con su proyecto de “externalizar” los teatros públicos madrileños, una bala que apunta directamente al corazón del teatro, ya deblitado, como todas las actividades culturales de nuestro país: la supresión de subvenciones a las revistas que defienden a judíos o gitanos o son de ideología izquierdista es otra de las medidas que el Ministerio de Incultura acaba de implantar. Está visto que hoy solo hay dinero para subvencionar corridas de toros y revistas de la FAES. Ésta es su cultura. Contra el cine ya han dirigido toda su artillería, con técnica de guerrillas atacan a las escuelas de música…Quién sabe si dentro de poco venderán el Museo del Prado a una empresa que “optimice” su gestión subastando Las Meninas. Cosas más atroces se están viendo. Sin embargo, nos tenemos que congratular de que aún no hayan eliminado los premios nacionales que distinguen a compañías teatrales. Uno de esos premios ha recaído en una compañía vallisoletana que lleva décadas sobreviviendo en medio de la tempestad con sus velas de “teloncilllo”, haciendo suya otra frase de Lorca: ”Yo sé que la verdad no la tiene el que dice hoy hoy hoy, comiendo su pan junto a la lumbre, sino el que serenamente mira a lo lejos la primera luz en la alborada” Buscando esa claridad futura, Teloncillo dedica su arte a los niños, ¿acaso no es de las miradas infantiles de donde emanan las luces del amanecer? Vaya por ellos el aplauso mudo de esta columna. Ante el inmundo espectáculo que nos ofrecen los medios de comunicación cuando informan de la actualidad española, el pequeño teatro del mundo aún sigue vivo y, pese a ministros, alcaldesas y demás especímenes incalificables, todavía nos ofrece motivos de celebración. Sin duda merecen este aplauso. ¿No lo están oyendo?    

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.