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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Tan fea como mamá, tan estúpida como papá.

Circula por internet una petición de ayuda para una jovencita que ha sido encarcelada en Teherán por haber asistido a un partido de voleibol masculino. Mientras, en España, los tenistas de élite se escandalizan de que una mujer pueda dirigir la selección española. Relaciono los dos sucesos porque ambos derivan de la misma ideología machista, la que inspira el anuncio de Hipercor de bodys para bebés: “ella –de rosa- tan bonita como mamá y él –de azul- tan inteligente como papá”. El anuncio me recuerda una anécdota que se cuenta de Bernard Shaw: una dama le dijo: “Maestro: lo amo. Casémonos y tengamos un hijo. ¡Imagínese lo que sería! ¡Un niño con mi belleza y con su inteligencia!”. “Sí” contestó “Pero imagina lo que sería si saliera con mi belleza y con su inteligencia”. Sin duda hay un montón de estúpidas que no son feas del todo, pero también hay mujeres muy inteligentes que además son bellísimas. Sin embargo, ellas no suelen protagonizar los espacios culturales de tve. En verdad, quién representa hoy a la cultura española en esos medios son los “restauradores”, que es como se llama ahora a las cocineras de siempre: cuando los hombres copan un oficio, lo cambian de nombre, al tiempo que lo convierten en un arte para cuyo ejercicio se requiere preparación universitaria. Así se nos conoce en el mundo, por nuestros cocineros michelín, amanerados como damiselas. Mientras, casi nadie ha reparado en que esta semana ha muerto una gran escritora: Adelaida García Morales, que merecería ser recordada por sus suculentas e inteligentes novelas. Siguiendo con el tema, la marca Lego, denunciada por el feminismo por sus construcciones rosas para niñas camareras, peluqueras y dueñas de boutiques, ha sacado una nueva línea femenina: la de las chicas científicas. Con sus piezas se puede construir un laboratorio lleno de señoritas ataviadas con batas blancas y probeta en mano. Pero vamos a ver, ¿alguien puede creer que existe un niño o una niña que desee ser científica o científico en su más tierna infancia? Apuesto a que las científicas actuales, tras renunciar al puesto de hadas todopoderosas, soñaron con ser piratas o bomberas, jefas comanches o valientes super-heroínas. Lo que necesitan las niñas es que alguien las libre del yugo de los sueños menores, sumisos y convencionales, que siguen protagonizando sus juegos. Pero las cosas van por otro lado. Esto lo saben en Hipercor y por eso anuncian bodis rosas para bebés bonitas y azules para bebés inteligentes. El machismo, sin embargo, ya no se escuda ahora en la inferioridad de la mujer, sino en algo más sutil y mucho más difícil de erradicar: la tradición, el comodín que sirve para justificar desde el Toro de Vega a la oblación femenina. Es verdad que tradición viene de “tradere” que en latín significaba “entregar” y que, por tanto, la tradición es lo que nos dejaron nuestros padres en herencia. ¿Habrá que repetirlo de manera irracional? Unamuno pensaba que no: “lo que eleva, ennoblece, fortifica y espiritualiza a los pueblos no es conservar supersticiosamente las viejas tradiciones, sino el forjárselas nuevas, con los materiales de las antiguas o con otros cualesquiera”. Machado, con más ironía y por boca de su apócrifo Juan de Mairena, también abominaba del tradicionalismo y propugnaba la rebeldía contra el pasado: «Tenéis unos padres excelentes, a quienes debéis respeto y cariño; pero ¿por qué no inventáis otros más excelentes todavía?“ Pero en España ha sucedido lo que temía Bernard Shaw: Somos originales al decostruir una tortilla de patata y tradicionales en la moral y en el conocimiento.  La cultura verdadera se ahoga en el mar de los recortes y ninguneos, mientras la cultura oficial, rancia, vulgar y amanerada, campa por sus respetos con su equipaje lleno de tradiciones inveteradas,  tan fea como papá y tan estúpida como mamá.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.