Cuenta Herodoto que 7000 griegos, acaudillados por Leónidas, contuvieron a 250.000 persas en el desfiladero de las Termópilas. Leónidas y su ejército perecieron al cabo de unos días, pero su resistencia supuso el comienzo de la futura victoria de Salamina. Entonces los griegos luchaban contra el ejército persa, ahora luchan contra los usureros europeos; lo épico, en ambos casos, es la desigualdad de ambos contendientes. Lo mismo sucede en el cuento de El sastrecillo valiente y en la historia bíblica de David Y Goliat, lo mismo que en todos los episodios en los que los seres humanos se enfrentan a los monstruos. Entre todos los héroes de leyenda, yo prefiero a Tristán de Leonís. Cuenta el mito artúrico que Tristán llegó a Cornualles donde su tío el rey Marco se había negado a pagar el tributo que su antecesor había comprometido con los irlandeses, un tributo que le obligaba a entregar anualmente un buen número de jóvenes para que sirvieran como esclavos. Para reclamar su botín, había llegado a sus costas el gigante Morholt. Nadie se atrevía a enfrentarse con él, hasta que apareció Tristán, y pueden imaginarse el final de la historia: el pequeño venció al grande, el justo al abusivo. El indómito Varoufakis, como un nuevo Tristán, tendrá que librar su batalla con la Troika dentro del terreno de la realidad, que es mucho más resbaladizo que el del mito. ¿Vencerá? Al menos esperamos que, al igual que Leónidas, consiga contener al gigante rabioso. En otro caso, no se podrá decir que Grecia habrá sido expulsada de Europa, ni que Europa habrá vencido a Grecia, pues Europa no existirá. Me refiero a esa joven ninfa, cuyo rostro aparece en los euros y que representa a la hermosa fenicia raptada por Zeus. Dirán que nada tienen que ver estas fantasías con la cruda realidad y que esta columna no es más que un juego retórico adobado de anécdotas sacadas de los mitos, y quizá tengan parte de razón. Pero también la tengo yo al afirmar que otro gran mito, no menos fantástico, es el de la Europa del dinero, el único dios actual. ¡No debería la Troika exigir que se paguen tal altos tributos! Y si ocurre que Grecia no perece, a los gobiernos esbirros como el de Rajoy se les tendría que caer la cara de vergüenza, después de haber gritado que Morholt era imbatible y que hay que pagar los tributos aunque supongan la esclavitud para un pueblo. Tendrían que explicárselo a esos personajes anónimos que en los mitos cumplen la función de espectadores sacrificados: los hombres y las mujeres cuyo papel es sufrir para que sus señores vivan tranquilos, mientras celebran sus alianzas. Esto es lo que hace que todos los hombres y todas las mujeres de buena voluntad sigamos con esperanza el recorrido de la moto de Varoufakis por el mundo. Así es la cultura europea, fantástica y heroica, utópica y un tanto despilfarradora. “Cuando oigo hablar de cultura saco la pistola”, dijo Goebbels, el portavoz de Hitler, todavía en la cumbre de su poder. Y Goebbels acabó disparándose un tiro. Los cobardes que corean la usura como único camino de civilización –muchos de sus nombres están en la lista de Falcioni- deberían saber que es en la defensa de los valores democráticos y los derechos humanos donde la ninfa Europa conquistó su verdadera identidad. Veremos lo que pasa en el desfiladero de Bruselas. Lo seguro es que todos, todos y todas nos jugamos mucho.