retrate. Solo los que te quieren bien te retratan bien, de eso estoy segura; solo ellos buscan ese instante de luz que, como la llamita de pentecostés posada sobre tu cabeza, dice sin voz: ahora está tu alma contigo. Es lo que cada uno busca cuando se mira en el espejo, algo ajeno a lo convencional, que, siendo extraño, sea más auténtico. “Ando en busca del rostro que tuve antes de que el mundo se hiciera”, confesó Keats, y formuló exactamente lo que dicen los ojos del que mira a la cámara para ser retratado. Pero mirar la propia imagen es peligroso. Los hombres se miraron sin reconocerse en el reflejo de las aguas, hasta que Narciso descubrió que el reflejo era él mismo. Ya saben como terminó, ahogado en su propia imagen, condenado a mirarse eternamente en los infiernos. Machado, sin ir tan lejos, también anotó el peligro: “Mis ojos en el espejo/ son ojos ciegos que miran/ los ojos con que los veo”. Nada de esto piensan los que se hacen los selfies, una especie de autocanibalismo de las miradas, que conduce al enajenamiento. Y es que tan cerca del móvil les falta la perspectiva, la distancia con la imagen, imprescindible en el objeto artístico. Quizá por eso los rostros de los selfies tienen aspecto de fantasmas sorprendidos debajo de la sábana. El buen fotógrafo ama el mundo y busca lo otro para eternizarlo. “Niégate a ti mismo”, decía Jesús de Nazaret, al contrario de lo que aconsejan los libros de autoayuda, mucho más acordes con los selfies: ámate a ti mismo sobre todas las cosas, ese es su primer mandamiento. Además de la descortesía que denota esa actitud, en algunos casos puede llegar a convertirse en una obsesión patológica. En vez de fotografiar el mundo, nos fotografiamos a nosotros mismos mirando el mundo …¿Se imaginan que en vez de fotografiar al muerto para no olvidarlo, nos fotografiáramos a nosotros mismos ante su cadáver? Pues esto es lo que hizo Alfonso Basterra, en el entierro de su hija Asunta, de la que es presunto asesino. Leí esta noticia e incluso pude ver su selfie en el periódico. ¿Quería ver sus ojos delante de la muerte? Cosas veredes…. ¿Y el artista? ¿No nos deja en su obra selfies de sus sentimientos, de sus experiencias? Yo creo que ningún artista expondría su alma ante un selfie. El autor no refleja en la obra lo que es sino lo que desearía ser, ese doble invisible que le acompaña y al que presta su voz cuando escribe. Juan Ramón Jiménez, que si no hubiera sido poeta se hubiera ahogado en el espejo igual que Narciso, nos habla de esa búsqueda de otra imagen en las aguas: “Yo no soy yo. Soy este/ que va a mi lado sin yo verlo,(…) El que calla, sereno, cuando hablo,/ el que perdona, dulce, cuando odio,/ el que pasea por donde no estoy,/ el que quedará en pie cuando yo muera”. Ese, el que desconocemos de nosotros mismos, puede que lo reconozcamos en el retrato de un magnífico fotógrafo, pero nunca le encontraremos en un selfie. El retrato de verdad impactante es ese en el que aparece lo que Barthes llamaba el “punctum”, la punzada, algo no previsible que refleja el otro rostro del mundo, ese que Keats buscaba mientras se miraba en el espejo. Ese rostro, lo he visto yo en los ojos abiertos de los muertos que miran asombrados en algunas fotografías. Ese algo, otra cosa, nunca un selfie.