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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Heroínas republicanas

¿Qué decir  sobre la ignominia histórica que ha supuesto en  todas las culturas la inferioridad de la mujer con respecto al hombre? No, no les voy a dar la monserga con el tema de la sociedad patriarcal. Insistiría una y mil veces si pensara que existía una posibilidad de que mis palabras ayudaran a solucionar el problema. Pero la semana pasada, como siempre sucede cuando se celebra el Día de la Mujer trabajadora, se han publicado las estadísticas sobre la desigualdad de salarios de las españolas, y la igualdad –decían esos estudios- tardaría en llegar a este paso unos setenta años, es decir, toda la vida de las niñas de hoy. ¡Largo me lo fiais! Los que desean restar  dramatismo a esta injusticia fragrante aducen que muchas mujeres ya han entrado en el mundo de la política: Cospedal, Mato, Aguirre, Villalobos, Cifuentes… Y qué quieren que les diga, el panorama es tal, que una se deprime aún más  al ver los especímenes que protagonizan la avanzadilla del sufragismo hispano. A una le gustaría que las pioneras en los cargos públicos de responsabilidad fueran personas admirables, capaces de dignificar la historia de postergación de su sexo y demostrar la injusticia con la que las mujeres han sido tratadas. Hoy, sin embargo, me he encontrado con la historia de otro tipo de mujeres. Me refiero a las luchadoras republicanas que sufrieron el exilio, las cárceles españolas, los campos de concentración alemanes …, y que siguen esperando ser valoradas. Heroínas anónimas que aguardan su reconocimiento en residencias de ancianos. Otras muchas murieron esperando o fueron fusiladas durante la postguerra. Eran “las milicianas” que durante el franquismo fueron tildadas de prostitutas sin corazón y marimachos ridículos. Únicamente La Pasionaria o Dolores la Dinamitera pasaron a la historia con nombre propio, además de alguna ministra de la II República. Siempre excepciones. Pero lo que llama más la atención es el manto espeso de silencio que ha cubierto su memoria. En los últimos años de la Dictadura leí muchos libros sobre la Guerra Civil,  escritos por los historiadores más solventes, y en ninguno de ellos encontré noticia alguna sobre las cárceles de mujeres, regentadas por “religiosas” despiadadas.  Nada decían del robo de sus niños, nada sobre su solitaria odisea.  «No supimos valorar lo que habíamos hecho. Por eso permanecimos en silencio, incluso tras la muerte de Franco». Son  palabras de de Neus Catalá, una anciana activista que va a cumplir cien años y a la que la Generalitat de Cataluña acaba de reconocer con la Medalla de Oro. La humillación, las torturas en Mauthausen, en donde resistió con otras trescientas mujeres españolas, sobrepasa incluso lo ya contado y sabido: experimentos médicos con amputaciones, prostitución obligada con los soldados nazis, ahogamiento y quema de sus bebés ante sus propios ojos… eso es lo que todavía recuerdan algunas de estas heroínas silenciosas. Quizá por eso, porque su historia es demasiado dura para ser asimilada, se mantiene su trayectoria en el olvido. Porque ninguna denunció, porque ninguna se doblegó. Fueron el resultado de las nuevas leyes de igualdad entre sexos de la República Española, a la que  defendieron con uñas y dientes, porque les iba en ello algo todavía más valioso que la vida: la demostración de la dignidad de las mujeres, de sus abuelas y tatarabuelas, y de sus mismas hijas. ¿No les parece que ya ha llegado el momento de que al menos conozcamos sus nombres?

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.