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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Adán y Eva

¿Quién les llamó Adán y Eva? Quien fuera era consciente de que los dos chimpancés habían sido arrancados del Paraíso. ¿Hubo justicia en la expulsión de nuestros ancestros? Yo creo que pocos contestarían afirmativamente, por mucho que las religiones hayan querido justificar con la conciencia de pecado la atrocidad del abandono de un ser vivo en lugar  tan inhóspito como nuestro mundo. Por eso nos imaginamos cuánto habrían sufrido Adán y Eva, los chimpancés que se escaparon hace unos días de su jaula del Zoo.  ¿Cuántas veces se habrán preguntado sin palabras, mirándose a los ojos, como dos príncipes encadenados: “¿qué delito cometí/ contra vosotros naciendo?. Kafka, en “El informe para la Academia”, nos enfrenta con la voz de un primate que se ha convertido en hombre para escapar de una prisión semejante. Su protagonista declara en un momento:  “No, yo no pedía libertad. Buscaba únicamente una salida, a derecha, a izquierda, adonde fuera. No aspiraba a nada más. Aunque la salida fuese solo un engaño, como mi pretensión era pequeña, el engaño no sería mayor. ¡Avanzar, avanzar! Con tal de no detenerme con los brazos en alto, apretado contra las tablas de un cajón”. También Adán y Eva querrían avanzar juntos en busca del paraíso perdido. ¡Casi nada! No sabían que fuera de la jaula les rodeaban otros barrotes invisibles, las rejas del miedo, las balas de la impiedad y el egoísmo. Eva murió abatida por las balas, Adán se ahogó en la acequia sin fondo de la soledad. A los que piensen que exagero, que estoy aplicando un criterio humano a unos simples chimpancés, les aconsejo que busquen en Internet un video en el que Jane Goodall, la primatóloga que ha dedicado su vida a la defensa de los de su especie, lleva a una chimpancé a las puertas del Paraíso después de haberla salvado de una muerte segura: huérfana, secuestrada y enferma, Wounda entra fascinada en la reserva africana en cuanto Jane abre su jaula. Pero de pronto se detiene y mira atrás. Vuelve sobre sus pasos para rodear a su salvadora con un abrazo tan delicado y profundo que hace detenerse el tiempo por unos instantes, los suficientes para que se perciba una eterna armonía del edén. Al separarse, Jane le dice adiós desde el valle de lágrimas, cuya brutalidad tratará de suavizar con una vida de trabajo compasivo. Wounda  no comprende por qué su amiga no avanza con ella, por qué prefiere quedarse entre lo inmundo, buscando eso que los humanos llamamos libertad o felicidad. “Una jaula es/ cuando se tiene todo el mundo fuera/ Una celda es/ cuando se tiene todo el mundo dentro/ Mi jaula/ es mi celda”, decía  Felipe Boso, un poeta que se pasó la vida buscando la salida de la celda del sinsentido en el que le encerraban los renglones de la escritura, intentando restablecer con sus poemas visuales un paraíso innombrable. Y son esas mismas rejas las que nos impiden a algunos escribir la columna consabida, en la que se denuncie sin más lo despiadado del asesinato de dos primates del zoo, como si nosotros fuéramos realmente libres y tuviéramos otra cosa que ofrecerles que una jaula más grande y sombría. Aunque, bien pensado, sí tenemos algo que ellos no tienen: la posibilidad de preguntarnos, con Segismundo, si esta celda no será un mal sueño y no despertaremos algún día en un mundo sin rejas, en donde nos sintamos como se sintieron, como se sentirían Adán y Eva en los brazos de Wounda. Así sea.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.