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Esperanza Ortega

Las cosas como son

¿Vivir o sobrevivir?

“Corrientes aguas puras cristalinas,/ árboles que os estáis mirando en ellas,/ verde prado de fresca sombra lleno, /aves que aquí sembráis vuestras querellas…/ Así describe Garcilaso el “lugar ameno” que todavía en el Siglo XVI podía identificarse con la naturaleza. Muchas de esas aves hoy han desaparecido, y la transparencia de espejo en el que se miraba Narciso ya no la posee casi ningún río. Por eso no dudo que a los líderes mundiales que se han reunido en París les une la preocupación por el futuro del Planeta. Sin embargo, no se pondrá freno a la destrucción ecológica si no se realiza un análisis político de las causas y consecuencias de este fenómeno. Se necesita una verdadera conciencia social que impulse a la conciencia de la especie. Delibes lo formuló en la  RAE en 1975, en un discurso que después se editó con un título elocuente: “Un mundo que agoniza”. “El verdadero progresismo- decía Delibes-  no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia”. Muy semejante fue el discurso del Papa Francisco en la ONU, del que extraemos este párrafo: “El abuso y la destrucción del ambiente van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente” Pero sin duda ninguna fue el jefe indio Noah Scallt quien, dirigiéndose a Franklin para defender los derechos de los indios, definió la gran diferencia entre el piel roja y  hombre blanco -representante del sistema capitalista- en su noción de naturaleza: “el hombre blanco piensa que la tierra le pertenece y el indio que él pertenece a la tierra”. No se trata de cuidarla como se cuida una parcela de nuestra propiedad, sino de amarla y respetarla como a una madre. Siempre se habla de asegurar el futuro de nuestros descendientes, pero esto no será posible si no se valora la memoria de la especie humana. “Cada brillante mata de pino –seguía el jefe indio- cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto, es sagrada a la memoria y el pasado de mi pueblo”.  Para terminar vaticinando: “El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. ¿Donde esta el matorral? Destruido. ¿Donde esta el águila? Desaparecida. Termina la vida y empieza la supervivencia.” La única esperanza es que ahora que el presidente de EEUU ya no es un hombre blanco, no se comporte como Franklin, su antecesor, y escuche las sabias palabras del gran jefe indio. Su humillación y la de su pueblo es hoy la de toda la Humanidad.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.