Entretenidos con las elecciones navideñas, los españoles hemos pasado por alto otros sucesos de alta política. Me refiero, por ejemplo, a la polémica sobre si se debe permitir que en la Cabalgata de Reyes de Vallecas se cuele una mujer disfrazada de rey. A los concejales del PP madrileño el asunto del rey mago travesti les ha parecido tan escandaloso que amenazan con llevarlo al Constitucional, para que sea la Justicia quien diga la última palabra. Y la Maléfica Aguirre, experta en cazar cerebros y otras brujerías, ha atacado donde más le duele: la tradición bíblica. Pues no, señora Aguirre, porque la Biblia no dice que fueran tres, ni que fueran reyes, ni sus nombres, ni su raza, ni siquiera habla del color de sus barbas. Mateo, que es el único que les mienta, habla de unos magos que visitan al niño al poco de nacer.¡Ja, ja ja! ¡Qué risa!, ya la estoy oyendo carcajearse, mientras graznan los cuervos que siempre la acompañan, la misma risa que le suscitan a usted los que se dirigen a los españoles y las españolas, los candidatos y las candidatas… Pues bien, volvamos a los reyes. Resulta que Mateo se refiere a ellos en masculino plural, como “magos”, que llegan a agasajar al niño. Y digo yo, ¿por qué se infiere entonces que eran hombres?, ¿no hemos quedado en que el término “magos” incluye a magos y a magas? Y cuando dice que se acercaron los pastores, ¿se refiere solo a pastores o incluye también a pastoras? Es que el asunto tiene mucha mirra. Pero más allá de las disquisiciones teológicas y gramaticales, aduce Maléfica que los niños, al ver a una mujer en la carroza, se van a desilusionar. Y esto es lo que no puedo admitir. Recuerdo todavía mi inquietud cuando se acercaba el 6 de enero y dudaba de si mis tres ancianos benefactores con toda su buena intención no se equivocarían al dejar mis regalos, porque los hombres que yo conocía sabían muy poco de juguetes y menos todavía de mis preferencias. Porque vamos a ver: ¿Quién se ocupa de conseguir el papel timbrado para escribir a sus altezas reales?, ¿quién está al lado de los niños y las niñas –perdonen los puristas, pero si no digo niñas a lo mejor este año a ellas las eliminan de la lista, como hicieron con las magas- cuidando su ortografía y alentándoles para que nada se les olvide? ¿Los papás? Lo dudo, al menos tradicionalmente. ¿Y quién les acompaña a ver escaparates?, ¿quién prepara la bandeja con anís para sus altezas y mendrugos de pan para los camellos?. Y una vez acostados los niños y las niñas, ¿quién hace los paquetes?, ¿quién los distribuye por la habitación de manera artística y equilibrada?, ¿quién infla los globos?, ¿quién se queda meditando embobada, mientras sueña con la mirada de sorpresa de su hijo e hija? ¿Quién les despierta y está a su lado en el momento mágico del primer asombro?, ¿quién comenta lo bien que se han portado sus majestades con festivas exclamaciones de alborozo? Es verdad que los padres acuden a la hora de colocar las pilas o de montar los aparatos más complicados, pero eso ocurre cuando el polvillo mágico posado sobre los regalos ya se ha evaporado. Habida cuenta de estos hechos, yo no me creo que ningún grupo de magos solos, por su cuenta y riesgo, sin maga ninguna, se hubiera puesto en camino por esos mundos de Dios para ver a un niño recién nacido, como hacen tradicionalmente las comadres. Y sobe todo, no se sulfuren, que ya saben lo que el ángel dijo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a todos los hombres -y a todas las mujeres- de buena voluntad”.