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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Un conductor de autobús

Abro el periódico: “Detenida una mujer por apuñalar a su hija de diez meses en Utrera”. No es lo habitual, es noticia precisamente por eso, porque lo normal hubiera sido que un hombre hubiera apuñalado a su mujer y a su hija de diez meses. Sigo leyendo: “Detenida en Moscú una mujer con la cabeza cortada de una niña en la mano”. En ambos casos, lo digo para su tranquilidad, los informantes añaden que ambas mujeres habían mostrado otros signos de locura, luego no se trata de una epidemia de maldad femenina. Me pregunto, sin embargo, lo que sucedería si las mujeres, que tienen a su cargo, además de otros múltiples trabajos, el cuidado de los niños propios y ajenos, sufrieran este tipo de enfermedad infanticida generalizada. Sería el fin del mundo. Una manera de terminar que no hay novela ni película de Ciencia ficción que haya imaginado, porque es sencillamente inimaginable. Sin embargo, las mujeres de todas las épocas y culturas han sido tratadas con una crueldad inimaginable. Pensemos en la ablación, por ejemplo. ¿Quién la imaginó, cómo se ha mantenido una tradición tan ignominiosa? La simple descripción del hecho nos produce un desgarro interior. ¿Por qué?, ¿cómo es posible? A veces, lo generalizado del fenómeno opera como anestesia frente a la punzada del absurdo y el horror: es así, así ha sido siempre… Sigo leyendo y encuentro este otro titular: “Un conductor de autobús sufre una paliza al enfrentarse con unos jóvenes que, mientras esnifaban coca, golpeaban a dos desconocidas en el autobús que conducía” Esto sucedió en Madrid hace solo dos días. ¿De dónde viene esta animadversión hacia las mujeres?, ¿de qué se están vengando quienes la ejercen?. Si al menos esta actitud fuera propia únicamente de hombres groseros, mezquinos, incultos, en definitiva despreciables, el caso tendría cierta explicación. Pero no sucede así en absoluto: artistas, filósofos, intelectuales, hombres inteligentes y generosos en otras facetas de la vida no digo que golpeen ni arrojen por la ventana a sus mujeres, pero son capaces de expresar en público su desprecio hacia el sexo femenino con un descaro vergonzoso. Voy a poner solo el ejemplo de un escritor al que admiro, Adolfo Bioy Casares. Leyendo sus “Memorias” encuentro esta frase referida a las mujeres: “cuando no las veo como un objeto sexual, me pesan como el pescado que lleva sobre la espalda el pescador”. ¿Algo tendrán que ver sus palabras con estos versos de su pareja, la maravillosa poeta Silvina Ocampo?: “Alguna vez oí el chirrido frío/ de un portón que al cerrarse me dejaba/ prisionera, perdida, siempre esclava…” Sin duda este desprecio atávico hacia la mujer aparece en todas las religiones, pero viendo ayer por la tarde el discurso de no investidura de Pedro Sánchez, me acordé de las palabras que San Pablo –otro Pablo, el que escribía a los Corintios- decía en una de sus epístolas: “…Vuestras mujeres callen en las congregaciones. Pues no les es permitido hablar, sino que estén sujetas. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. Al final del discurso, obedeciendo la sugerencia de San Pablo, las calladas mujeres persiguen con sus micrófonos a todos los dirigentes políticos que tienen la posibilidad de ser investidos, y todos tienen nombre masculino. A mí se me va el alma al cielo y me acuerdo del conductor de autobús. Me pregunto cómo andará de sus heridas. Y me digo que deberían haber publicado su nombre.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.