Se trata de una banda de cuatro ancianos ingleses que robó casi veinte millones de euros en joyas el año pasado, y que está siendo juzgada en Londres. El cabecilla intelectual, alias “el maestro”, de 76 años, abandonó el atraco durante la primera noche y regresó con el bonobús gratuito de jubilado porque se le hacía tarde para llegar a casa. Pero sus colegas terminaron de taladrar un agujero gigantesco, y su robo, que ejecutaron durante las vacaciones de Pascua, no fue descubierto hasta después de una semana. Y no se crean que los viejos delincuentes disfrutaban de buena salud: uno padecía de diabetes, otro de incontinencia urinaria y el tercero tenía una prótesis en cada cadera. Es lo que tiene que la medicina haya alargado tanto la esperanza de vida, que nadie quiere marcharse sin haber probado aquello a lo que le inclina su naturaleza. Dicen que su historia reproduce el argumento de la película “Ocean’s Eleven”, protagonizada por Brad Pitt y George Clooney, pero a mí me recuerda a la historia de “La vieja dama indigna” de Bertolt Brecht, que también fue llevada al cine por René Allio en los sesenta. En ella vemos a una viuda de setenta años, que decide tomar el timón de su vida, hasta ese momento dedicada al cuidado de su familia, y se marcha de casa en compañía de dos nuevos amigos: un viejo zapatero y una prostituta. Guiadas por el mismo deseo, cientos de mujeres, en su mayoría viudas, parten cada día en todos los medios de locomoción posibles en busca de nuevas experiencias. Pero los gentleman ingleses quieren más. No se conforman con bailar en una discoteca, pueden llegar hasta atracar un banco. ¡Qué afán de degustar la vida hasta el último sorbo delata su acción! Y no crean que han sido los únicos: en Colombia hay una banda de ladrones apodada “Los veteranos” que ha tenido en jaque a la policía por dedicarse a parecidos menesteres, y en California sigue en busca y captura un anciano paralítico que atracó un establecimiento y huyó en su silla de ruedas. A mí me caen bien estas bandas de abuelos, la verdad. Suelen ser gente cuidadosa, que nunca realiza delitos de sangre. Por ejemplo, estos cuatro son feos, pero aun así tienen pinta de buenas personas. Pongo sus fotografías al lado de la de los cuatro “candidatos” de la cámara alta: Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera. Solo el primero hubiera sido admitido en la banda de ladrones, por razones obvias. Los otros tres hubieran sido considerados unos imberbes a los que les faltaba un hervor. Y no digamos nada si se hubiera presentado el diputado Rufián, con esas ínfulas de vaquero matón, a punto de sacar el revolver… Yo, qué quieren que les diga, preferiría que hubieran tomado la batuta Manuela Carmena, Ada Colau y Mónica Oltra, tres damas indignísimas que nunca hubieran robado un banco pero que hubieran hecho mucho mejor papel que ellos como candidatas a la investidura. Y seguro que, en ese caso, ya hubiéramos tenido Gobierno el Día de la Mujer Trabajadora. No he incluido a Rita Barberá ni a Esperanza Aguirre en la lista de candidatas, porque las dos son demasiado dignas, una por condesa y otra por senadora. Sin embargo, de una cosa sí que estoy segura: si estas dos viejas damas hubieran atracado un banco, no hubieran dejado la mitad de las cajas sin abrir, como hizo la banda de jubilados ingleses, y ahora estarían luciendo sus joyas en un paraíso tranquilo -y aforado-.