¡Tienes que escribir contra Félix de Azua -me insiste mi amiga por teléfono- ese novísimo académico con cara de japuta! Japuta es el nombre con el que se refieren en Madrid al negrito o a la palometa, no vayan ustedes a pensar mal. Mi amiga sabe tanto de nombres de pescados porque es profesora de Literatura y porque proviene de familia de pescaderos. Para más inri, coincidió con Ada Colau cuando ambas estudiaban Filosofía y Letras. Yo no sacaba tantas matrículas de honor como ella –confiesa mi amiga- pero es que por entonces ya trabajaba en la pescadería de mis padres. Recordando su vida de estudiante pluriempleada vuelve a indignarse contra Azua. ¡Pero si ese señorito de marras no sabrá distinguir entre la tinta PeliKán y la de un calamar! Mi amiga, cuando agarra una presa, no la suelta por nada del mundo, y a Félix de Azua le tiene agarrado por las cocochas y no le piensa soltar hasta que no le haya dado un buen golpe en el cogote. ¿Tú crees que él sabe distinguir la cococha del cogote? Lo suyo son las palabras con h –le contesto yo- para eso es su letra en la Academia, aunque es verdad que lo propio hubiera sido asignarle la letra mudita a alguien menos deslenguado. Pero Azua se lo ha tomado muy en serio, y ayer mismo publicó un artículo que se titula Hedor y habla del holocausto. Pues podría hablar de la honradez, el honor, lo humano, la honestidad…, que son palabras cuyo significado parece desconocer-sigue ella-. A mí me parece que lo que más le convendría sería el término humor, pero del bueno, y no de ese a lo Torrente al que nos tiene acostumbrados con sus torpes insultos. ¡Y es que vaya semana que nos han dado los académicos! Primero oímos jactarse a Vargas Llosa de que no sabía freírse un huevo. Aseguró que lo había intentado una vez, pero quemó el linóleo. Ahora ya ha ascendido de categoría y el suelo de su cocina es de porcelanosa, pero ni aún así, dice que él no fríe huevos. ¡Vaya conversación más edificante! La traigo a colación porque el nobel peruano ha sido el valedor de Félix de Azua en la Academia. En su discurso de bienvenida, contó que de jovencito había sido una monada, un efebo, capaz de conquistar los corazoncitos de las damas y de sus mamás. De quien sigue sin conquistar ni una válvula es de mi amiga, ¡pero si tiene ojos de besugo!-exclama ella- y es que no se apea. A mí lo que me ha molestado es que haya dicho que una ciudad “como Barcelona” se merecería una alcalde mejor preparado. ¿Y una pequeña ciudad castellana, como Valladolid, se merecería algo menos? Los catalanes son así, incluso los de Ciudadanos. Aquí, por cierto, tuvimos un alcalde del que Azua tendría la mejor opinión, pues comparten el mismo lenguaje grosero y parecida ideología. Es el lenguaje de los alumnos del Leoncio Prado, el colegio donde transcurre “La ciudad y los perros”, la novela de Vargas Llosa. Un colegio militar donde niños sensibles se van convirtiendo en adolescentes feroces y adultos depravados. En las mejores novelas de Vargas Llosa pasa eso, que el ser humano se degrada, le va degradando la vida. Oye -me dice mi amiga- ¿no te parece que Félix de Azua podría ser el protagonista de una de esas novelas? ¡Qué pesada! Pero es la verdad- finaliza, como Juan de Mairena- y la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.