>

Blogs

Esperanza Ortega

Las cosas como son

Nuestro Popeye arrepentido

Si ustedes se fijan, los santos más renombrados son los que fueron grandes pecadores. A San Pablo, Dios le tuvo que tirar del caballo para que entrara en razón, y San Agustín tardó lo suyo en confesarnos a todos sus pecados. Detrás de la ponderación del pecado como prólogo de la santidad está la parábola del hijo pródigo: el padre prefiere al hijo viva la virgen que regresa arrepentido y no a los hermanos que permanecieron a su lado cumpliendo con su obligación. Lo importante es regresar a casa en el momento apropiado, ni antes ni después. Ahora bien,  perdonamos o incluso vemos con buenos ojos a los que cometen delitos relacionados con el sexo y la buena vida, porque sus consecuencias no perjudican nada más que al pecador y a sus allegados más cercanos. Pero cuando el pecado es el robo o el asesinato, entonces no está tan claro que el ladrón arrepentido sea digno de compasión. Y sin embargo, por alguna razón inexplicable, en los últimos tiempos también los asesinos suscitan una curiosidad que se parece mucho a la admiración. Ejemplos los hay a montones, pero a mí me ha llegado al alma el caso de un tipo llamado Jairo Velásquez, que ha creado un canal destinado a los jóvenes, para disuadirlos de que entren en el mundo del crimen organizado,  donde él fue una estrella de las más reputadas: ordenó la muerte de miles de personas en su Colombia natal. Tanto éxito ha tenido el tal Velásquez con su “Popeye arrepentido”, que es como se llama el canal, que ahora vive de sus pingües ganancias sin disparar un tiro. La suya me recuerda a la historia de un japonés que partió a una estudiante en trocitos, la congeló en la nevera y se la fue comiendo poco a poco. Una vez fuera del psiquiátrico en donde estuvo internado, se dedicó a dar conferencias y a escribir libros explicando lo que era el canibalismo, para que nadie siguiera su ejemplo. Se hizo millonario, hasta le dedicaron una canción los Rolling Stones. Pues si nos fijamos en la política, ocurre tres partes de lo mismo. Si un político quiere obtener el Premio Nobel de la Paz, lo mejor es que siga el ejemplo de Kissinger, que abrió relaciones con China y la URSS, dos dictaduras sangrientas, mientras creaba otras dos en Chile y Argentina. No importa que fueran del Este o del Oeste, lo importante para que la Academia sueca le recibiera como al hijo pródigo fue que violó los derechos humanos y regresó a sus brazos en el momento oportuno.  Aquí, en España, en los años 60, pidieron el Nobel para Franco, aunque ya no me acuerdo cuáles eran los méritos que  se le atribuían. Lo que sí tengo en mente es lo que está sucediendo hoy con la corrupción política: el partido  especializado en turbiedades generalizadas se ofrece para gestionar las futuras leyes de transparencia. ¿Méritos?: en los últimos cuatro años, afirma Rajoy con orgullo, -tras pedir perdón por no haber elegido a un tesorero más fuerte-, se han descubierto más estafas e ignominias que en los 30 anteriores. Consecuencia: mi gobierno ha dejado actuar a la justicia.  Y además, ¿quién mejor que nosotros podría legislar contra los delitos de corrupción con conocimiento de causa? Y parte de razón no le falta. ¿Quién mejor que ellos ha hecho méritos para obtener una cátedra en la nueva asignatura de Tropelía política?, ¿y una maestría en Desarticulación de discos duros? Ya lo ven, cuanto más se explica, más atrae, incluso convence. ¿Les recuerda a alguien? A mí sí, al Popeye arrepentido.

Temas

Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.