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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Viejos y jóvenes ante las urnas

Ayer se clausuró la Exposición dedicada a Giner de los Ríos, que había tenido su sede en el Museo de la Pasión de Valladolid. A Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza, siempre me lo imagino con la barba blanca, como aparece en la mayoría de sus retratos. Este aspecto vetusto casa bien con su oficio de profesor o “preceptor”, es decir, el que ya ha recorrido antes que sus alumnos el camino de la vida, y por tanto está capacitado para advertirles de sus peligros. La idea de que los ancianos son sabios porque han vivido más aparece muy bien ilustrada en los grandes jefes de las tribus indias. Mientras fuman la Pipa de la Paz, nada esperan ya del futuro, mientras dialogan en silencio con los espíritus de sus antepasados; por eso sus consejos suelen ser generosos y prudentes. Así era Giner de los Ríos, sin miedo al futuro, satisfecho de poder saborear su presente. ¡Tan distinto a algunos ancianos actuales, que manifiestan un miedo patológico al futuro, quizá porque nunca vivieron el presente con intensidad!. En el Reino Unido, han sido los ciudadanos de avanzada edad los que han expresado en las urnas su deseo de que sus descendientes no sean europeos, y lo han conseguido. Para los jóvenes, en cambio, el futuro es una aventura que desean comenzar cuanto antes. La auténtica juventud se siente atada a las cadenas de oro de su presente, esperando que le llegue el momento de saltar hacia adelante. ¡Qué impacientes son en sus deseos! Y qué generosos… Caminan sin el peso del pasado y se sienten ligeros, invulnerables: ¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!, gritan incluso cuando se les amordaza. Lo gritan con el alma y con los ojos. Muchos de estos jóvenes estaban antes de ayer por la noche en los alrededores del Reina Sofía de Madrid, esperando, impacientes, para expresar su alegría. Pero esperaron en vano. Porque en las salas de votaciones una procesión interminable de ancianos, acarreados en sillas por sus familiares o simplemente apoyados los unos en los otros, en grupos o en parejas, habían decidido el futuro de los españoles, y su decisión era que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. ¿La corrupción?¡Quién sabe si podría ser todavía peor! “Al menos-me decía uno de ellos- hoy no se encuentran cadáveres en los caminos, como en la Guerra Civil”. La mayoría, sin embargo, no dice lo que va a votar, por eso se equivocan de parte a parte las encuestas. ¿Por qué no dicen la verdad?  Por miedo y por vergüenza. Vergüenza de saberse partidarios de los peores y miedo de que cualquier decisión política, por nimia que sea, pueda acarrearles algún peligro en el futuro. ¡El futuro! ¡Su futuro! Ese que los jóvenes derraman por el camino como si manara de la fuente de los dioses ¿Y si un día se plantea una consulta sobre la participación en una guerra?, ¿votarán también aquellos que, por razones de edad, no podrán ser reclutados? ¡Líbrenos, Señor! De momento, a mí, que en los banquetes ya me dedico, como Celestina, no tanto a beber como a escanciar, me conmovió profundamente la lágrima de una joven que miraba los resultados electorales. Parecía salida del mundo del sueño, de ese sueño que sus ojos aún transparentaban. ¡Pobre! Pronto aprenderá a consolarse repitiendo las palabras de Max Estrella, el protagonista de “Luces de bohemia”, de Valle Inclán, que parecen pintiparadas para nombrar los hechos que nos acaecen en los últimos días: “En España el mérito no se premia. Se premia robar y ser un sinvergüenza”. Es verdad, pero es triste.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.