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Esperanza Ortega

Las cosas como son

La biblioteca blanca


Así se llama la instalación que Jesús Capa nos ofrece en la Sala de Exposiciones del Teatro Calderón. ¿Acaso todavía no la han visto? Pues no sé a qué esperan, la desmontan el 29 de Mayo. Los que se la pierdan tendrán que viajar a Nueva York para verla en el Moma. No, todavía no hay fecha para que “La biblioteca blanca” se exponga en el museo más famoso del mundo, pero estoy segura de que ese día llegará, pues pocas obras de arte se lo merecen tanto como esta. Yo asistí a la inauguración, y su resplandor en la penumbra me penetró tan dentro que aún conservo un extraño brillo en los ojos. De verdad, me lo han notado mis amigos. Y es que en mi memoria se confunde la imagen de la ciudad con el sonido de las voces que, entre susurros, leen el comienzo de las obras eternas: La Biblia, La Divina Comedia, El Quijote, La metamorfosis… Los edificios de la ciudad blanca son libros silenciosos, sumidos en un sueño tan enigmático como su misma blancura, quizá petrificados por el asombro de la armonía que componen. Silencio y devoción contenida. ¿Ciudad encantada?, ¿o acaso condenada a eternizar su propio vacío? Así son las cosas del arte. No se sabe si es nieve, si es harina o nube -o polvo envenenado- el que tiñe de blanco las plazas y avenidas. Y tampoco se sabe si la ciudad blanca está situada al inicio o al final de los tiempos. “En el principio fue el Verbo”-dice el Génesis- y un silencio de hormigón nos espera detrás del apocalipsis nuclear. Todo es muy confuso, menos el resplandor del significado, que guardan los edificios cuya puerta solo conocen los lectores. ¿Que no se lo explican?, ¿que yo se lo explique? Ni hablar. El arte no se comprende, el arte verdadero nos “prende”, nos engancha como una rama a nuestro paso, y “prende” como una llama ardiente –esto lo decía Pino, el poeta-. Así, prendida, imagino que un día de un futuro lejanísimo llegan a Valladolid seres de otro planeta. Y ven la ciudad blanca. Y descubren que el hombre, a pesar de su historia destructiva y absurda, guardaba amor, belleza, esperanza, sabiduría, destino… Se habrán adentrado entre las páginas de la ciudad de Jesús Capa. No importa que sean otros ojos, otros oídos, otros pies u otros labios. Seguro que ellos se emocionan tanto como yo. Porque en el arte hay una comunicación amorosa entre la mirada y el objeto creado. Si no, ¿por qué dicen que Dios ama a sus criaturas? Aseguran que inventó el mundo en siete días y que al final, aunque cansado, se sintió satisfecho de su obra. Capa tardó alguno más en reunir su mundo blanco, construido con el sudor de su frente y el oficio de sus manos. Pero gracias a su esfuerzo –y a su musa y su duende- los visitantes nos sentimos impulsados a contemplar el silencio de las páginas que guardan para siempre el íntimo secreto de todas las lecturas. ¡Qué quieren que les diga! Aún están a tiempo. No esperen a que figure en el catálogo del Moma, escuchen lo que les dice ahora su ciudad.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.