¿Qué quieres a ser de mayor? No es la pregunta que se suele hacer a los niños mientras están viendo la Cabalgata de los Reyes Magos, pero es la que hizo a una niña la locutora que retransmitía la Cabalgata de Madrid. Lo más raro, sin embargo, vino después, cuando la niña se quedó pensativa por unos instantes, y la locutora, impaciente, le sugirió: “Algo rosa, ¿verdad?, ¿a que quieres ser algo rosa?”. La niña contestó con un monosílabo: Sí. Y siguió mirando al infinito, que es hacia donde miran todos los niños y niñas la noche del 5 de Enero. Me lo contaba una amiga que había visto la cabalgata por televisión. Mi amiga me decía indignada: ¿Ser algo rosa en la vida? ¿Qué es eso? Aunque sus preguntas eran más bien retóricas, pues muy bien sabemos las dos lo que es ser algo rosa. Ser algo rosa es ser diseñadora de moda o camarera o azafata o enfermera o esteticién o princesa o ama de casa o señorita de alterne –esto último si se tiene la planta de la Barbie y las ganas de ponerse su ropa interior-.¡Y nosotras que creíamos que la dicotomía del azul y el rosa estaba superada, al menos entre las nuevas generaciones! Mi amiga, que es profesora de Filosofía, me recordaba el concepto de “modernidad líquida” de Bauman al hilo de la conversación. Bauman afirma que ya no hay valores sólidos, verdades inalterables, compromisos ciertos, igual que no hay mercados seguros. Hoy día todo, la verdad, la justicia, el amor, la riqueza…, se derrama entre los dedos sin posibilidad de asirlo, y todo está impregnado de esa humedad que reblandece lo que creíamos seguro. Pero hay algo que sigue inalterable, -continúa mi amiga-, por ejemplo la idea de que las niñas han de contentarse con ser algo rosa, hasta que sus sueños mismos se tiñen de ese color cursi y dulzón. Mientras, los tres reyes desfilaban llevando en sus carrozas los sueños color de rosa de las futuras señoritas. ¡Qué pena -me dice- que no haya ninguna Reina Maga!. Aunque bien sabe ella que una Reina Maga sería considerada una impostora. No hay sitio para una mujer en el relato, siglos de sumisión han levantado un edificio que no se derriba fácilmente. Y para prueba un botón: el alcalde de Alcorcón expresaba la opinión mayoritaria cuando dijo que las feministas eran unas mujeres frustradas, amargadas y rabiosas. ¿Rabiosas nosotras? No, más bien tristes, con esa tristeza melancólica que nos embargó tres días después, al conocer la noticia de la muerte de Bauman. Para hacerle un homenaje, releí su obra, y encontré este párrafo: “Hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente” Y yo pienso que vez de quejarnos tanto del papel subsidiario que nos ha asignado la historia, la mujeres deberíamos inventar otros relatos, otros mitos que sustentaran otros sueños. En el mundo líquido, todo se disuelve, todo se olvida, solo los sueños permanecen inalterables.