Con el verano llegaron los asquerosos anuncios de la Lotería Nacional. Este año los protagoniza un psicópata que gorronea a la familia con piso en la playa o barco en el muelle. La publicidad supone que todos somos igual de egoístas que ese hombre que sueña con ser dueño de casa y yate, para ningunear a sus parientes, si es que le favorece a él la fortuna. ¡Menos mal que nunca es una mujer la que protagoniza este tipo de anuncios! No sé si lo he explicado bien, es mejor que se fijen si lo ven en televisión, yo no doy más detalles porque me da nauseas contarlo. La radio no le va a la zaga a la televisión en el buen gusto. Hay un programa en la cadena de mayor audiencia en donde unos humoristas hacen algo tan gracioso como leer un poema. El poema es una majadería sin gracia ninguna que se le ocurre al locutor. Así la poesía, tan inútil en sí misma, sirve para algo: para hacer reír a los tontos. Y mientras… el fuego en Moguer, la patria de la poesía. No puedo evitar pensar en Platero. En tiempos de los romanos Moguer se llamaba “Mons aurium”, por el color dorado de su tierra, iluminada por un sol crepuscular, sanguinolento. ¿Habrán sido devorados por las llamas los parajes por donde paseaban Platero y su poeta? Algo intuía Juan Ramón cuando escribió esta frase, al llegar la primavera: “Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida”. Pero dirán que solo me ocupo del paisaje, ante un acontecimiento tan trágico como el incendio de Doñana. Y es que Doñana surge también de un sentimiento poético hacia la naturaleza. Frente a los que consideran a la tierra solo como una forma de producir riqueza, Doñana protege esa debilidad, esa hermosura. La debilidad y la hermosura de aquello de lo que no se saca provecho económico. ¿Será por eso por lo que vale mucho más?. Sabemos lo que ha sido de los linces ibéricos, ¿y qué habrá sido de sus pájaros? ¡Qué nombres!: Ánade azulón, Malvasía cabeciblanca, Gaviota reidora, Tórtola turca, Curruca tomillera, Serrín verdecillo… Criaturas de verdad afortunadas –no como el tipo del anuncio- a las que el poeta de Moguer cantó entusiasmado al estilo más franciscano: “Qué alegre eres tú, ser,/ con qué alegría universal eterna./ Rompes feliz el ondear del aire,/ bogas contrario el ondular del agua./ ¿No tienes que comer ni que dormir?/ ¿Toda la primavera es tu lugar?/¿Lo verde todo, lo azul todo,/ lo floreciente todo es tuyo?” Me dirán, ¿es que ahora le interesa más la suerte de las aves que la de las personas? No, en absoluto. A quien no le interesa para nada la suerte de las personas ni de las aves ni del paisaje es al incendiario que ha quemado la tierra intencionadamente. Su visión del mundo sin duda es semejante a la visión egoísta del tipo que protagoniza el anuncio. Quizá el incendiario es alguien a quien no le tocó la lotería el año pasado y se venga destruyendo lo que no es suyo por rabia, por despecho. De Noah Scallt, el jefe indio que osó interpelar a Franklin, es esta frase reveladora: “el hombre blanco piensa que la tierra le pertenece y el indio que él pertenece a la tierra”. Y eso sí es poesía, como es indio el espíritu del poeta, y era alado y poético el espíritu del indio. No, con todos los premios de la Lotería Nacional no se compra el mar, ni el aire, ni la tierra nuestra, a la que pertenecemos, que no es de nadie porque es de todos.