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Esperanza Ortega

Las cosas como son

El sueño de Cifuentes

El caso Cifuentes es tan mediático porque muchos llevamos la culpa de haber falsificado alguna vez un documento público. Yo lo hice cuando tenía 10 años y cursaba Primero de Bachillerato. Recibí mi boletín de notas mensual con un cuatro en Aritmética y consideré que no sería difícil convertir el cuatro en un nueve, con ayuda de mi bolígrafo Bic, que era el único instrumental con el que contaba entonces para realizar tal fechoría. El resultado no fue enteramente satisfactorio, pues la tinta del bolígrafo era más oscura que la del boletín de notas, y mis intentos de suavizarla con la goma de borrar Pelican acabaron por dar al traste con mis expectativas.  Además, tenía mucho miedo de que me descubrieran, no porque mis padres fueran muy exigentes en eso de las notas -mi intento de llevar a casa un sobresaliente en matemáticas provenía únicamente del deseo de hacerles felices- Tenía mucho miedo porque cada vez que pensaba en ello me subía desde el cuello hasta las orejas una suerte de calentura, que provenía de un sentimiento que entonces llamábamos “vergüenza” y que cualquiera que lo haya experimentado puede entender sin más explicaciones: tú misma te juzgas y tú misma decides que eres culpable, y presentarte ante los demás con esa culpa, aunque el engaño no sea descubierto, te hace sufrir lo indecible. Hasta llevarte a hacer lo que yo hice con mi boletín, cortarlo en trocitos diminutos diminutos y tirar los trocitos en un charco de los de entonces, cuando había muchas calles a medio pavimentar y charcos tan profundos que, si los pisabas en su parte central, el agua te empapaba los tobillos. Pero las malas intenciones no se olvidan del todo, permanecen en el subconsciente con los colmillos afilados, esperando la ocasión de lanzarse sobre su presa. ¿Y qué mejor ocasión que un mal sueño para abalanzarse y devorarla? Eso es lo que me ha ocurrido a mí más de una vez y más de dos en mi vida “onírica”. En la primera de estas pesadillas, me llegaba una carta del Instituto comunicándome que me tenía que examinar de la Biología de PREU porque había habido un error y no encontraban el acta. Pese a mis protestas, tenía que volver a examinarme, y de no aprobarla, se consideraría nula mi carrera de Filosofía y Letras. Imagínense ustedes el alivio que sentí al despertar de aquella pesadilla. En el segundo sueño tenía que examinarme de Griego de quinto de bachillerato: me pasé la noche reconstruyendo la conjugación y me estrellé contra el aoristo. Estaba a punto de renunciar a mi oposición de profesora cuando la claridad del alba vino a rescatarme. Y todo quedó en un fuerte dolor de cabeza mañanero.  ¿Me entenderían ahora si les dijera que, sin llegar a solidarizarme, siento que es humano el intento de Cifuentes de acumular máster para hacer felices a sus papás y a los capos de su partido? Eso pasa en todas las familias, no solo en las sicilianas, como creen algunos. ¿Pensará Cifuentes que está viviendo un mal sueño del que va a despertar para verse convertida de nuevo en el látigo de la corrupción? Seguro que sí, y esto es lo que explica que todavía no haya dimitido. Quizá Rajoy espera lo mismo, al menos hasta que la moción de censura, que no parece cosa de sueño, sea inminente. Como ellos no conocen la vergüenza, yo les aconsejaría que actuaran igual que Segismundo, el protagonista de la obra de Calderón de la Barca, que viendo lo difícil que era distinguir el sueño de la realidad, decidió actuar siempre bien, de manera que, si fuera sueño, no se arrepintiera de sus actos al despertar. Y mañana será otro día.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.