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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Carlos Ivanovitch


¡Vaya verano! A 15 grados de temperatura, leo el periódico mientras la lluvia se desliza paciente en los cristales. ¿Se acuerdan de aquellos veranos en que, a falta de otras noticias, se convocaba al Monstruo del Lago Ness? Y el caso es que noticias sí que abundan. En España, el culebrón de Camps con sus mentiras: un día decide que es mejor declararse culpable y otro que conviene declararse inocente; y al final nos ofrece un monólogo melodramático en el que expresa su indignación patriótica, ofendido porque se ponga en duda su palabra. Aunque bien mirado, ya que Camps le ha deparado tantos votos al PP, sobre todo desde que sufre persecución por la justicia, su partido debería proponerle candidato a Presidente de Gobierno. ¿Qué más da la trama Gürtel? Los votantes prefieren a candidatos bien vestidos. Pero a mí, como lectora, me parece más interesante el análisis de la mentira del “Pinocho” de Collodi. A la historia de Camps le falta el personaje de Pepito Gillo, la conciencia del muñeco de madera que lucha por convertirse en ser humano. A Camps, sin embargo, no le acompaña esa sombra, él es puro y sublime como un ángel custodio. Doy la vuelta a la página y encuentro la matanza de Oslo. La foto del asesino parece salir de un juego de animación por ordenador, y su minuciosa masacre, la de quien se ha entrenado jugando a matar. En los videojuegos no existe argumento, los personajes realizan el mismo gesto un millón de veces, disparan, disparan, hasta que acaban con todo lo que se mueve a su alrededor. Igual que en la Isla de Utoya. Y es curioso, no me conmueve. Lo digo con preocupación. ¿Será que yo también estoy dejando de ser un ser humano? Abandono el periódico y me pongo a leer las Memorias de Tolstoi. En la página 20, leo la despedida de Carlos Ivanovitch, que había sido su preceptor de infancia, al que su padre expulsa sin contemplaciones. Y leo: “después de haber servido por veinte años me veo obligado, con todas mis canas, a mendigar por la calle un pedazo de pan duro. ¡Dios lo ve todo y todo lo sabe! ¡Cúmplase su santa voluntad! ¡lo siento solo por ustedes, niños míos!” Y de repente, me siento realmente conmovida, a punto de llorar, por la historia de Carlos Ivanovitch. Ese es el poder de la literatura. Acaso si Tolstoi realizara el relato de lo que sucede en el mundo, al leer el periódico sentiría que lo que me están contando huele a verdad. Sin embargo, sin necesidad de que Tolstoi resucite, vuelvo otra página y encuentro algo que sí me conmueve: África con su hambre desesperada a cuestas, una tragedia que se cuenta sin palabras. Así termina el curso, entre la pantomima de un muñeco de madera, la crueldad idiota de un muñeco de animación y el oscuro silencio de los que nada llegan a decir. Y ahora, ¿qué podemos hacer en Occidente para seguir siendo seres humanos? A lo mejor analizar qué es lo que provoca el hambre en Somalia, y actuar en consecuencia. Y leer “Guerra y paz”, al menos hasta que vuelva a salir el sol.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.