Llamamos misterio a lo que no tiene una explicación lógica. Yo, por ejemplo, encuentro misterioso que exista hoy la corriente del “creacionismo”, cuyos integrantes se oponen a que la Teoría de la Evolución de las Especies sea explicada en las escuelas. La ex gobernadora de Alaska, Sarah Palin es de esta opinión, cree que es mucho más lógico que los maestros se atengan al relato bíblico. Y encuentro más inexplicable todavía que el PP Europeo haya vetado en su Parlamento una moción para impedir que tal “pensamiento” se propague en las escuelas europeas. Y más inexplicable aún que algunos “intelectuales” españoles, entre ellos un novelista y columnista de cierto prestigio, hayan salido en defensa del creacionismo con el argumento de que Darwin no explica fenómenos misteriosos como el arte rupestre, que separa de manera radical al hombre del mono. Para rematarlo, el autor apoya su argumentación en una cita de Chesterton, quizá porque es uno de los pocos escritores católicos del Siglo XX. Lo que no tiene el columnista es la gracia de Chesterton. Así contaba él su conversión: un día de lluvia, se refugió en un templo católico, justo en el momento en que comenzaba el sermón. La simpleza de los argumentos del sacerdote le llevó a pensar que, si una Iglesia con esos ministros tan lamentables había durado 2000 años, era seguro que representaba a la religión verdadera. Yo estoy a punto de pensar también que Darwin se equivocó al decir que nuestros antepasados fueron los mejores elementos de una especie anterior. Al menos hoy triunfan los peores. Si no es así, ¿cómo se explica que la popularidad de Obama caiga por los suelos cuando propone el primer plan de salud pública para su país, mientras ganan votos los que defienden el derecho a que las armas se regalen como cajas de bombones?. Quizá por eso, para ser más popular, Esperanza Aguirre ataca a los profesores, encargados de enseñar a los jóvenes a pensar con cierta lógica. Antes de ayer mismo, el toro “Afligido” era atravesado cruelmente por las lanzas de la alegre multitud de Tordesillas. Para qué seguir. Pongan ustedes lo que quieran, solo hace falta abrir el periódico. Sí, Darwin estaba equivocado y, en vez de los mejores de cada especie, son los peores los que prevalecen. Todo podría ser. Estaríamos ante la Teoría de la Involución, que terminaría cuando el hombre, caminando hacia atrás como el cangrejo, llegara de nuevo a las cavernas y, al agacharse, descubriera que se andaba mejor a cuatro patas. Los creacionistas, más afortunados, se encontrarían de nuevo ante el Árbol de la Ciencia, y no probarían ni uno de sus frutos. Y si amordazaran a Esperanza Aguirre, para que no dijera alguna procacidad, podrían eternizarse como la primera fuerza del Paraíso. Cuando llegue ese día, ¿qué haremos los impopulares? Afligirnos, como el toro de Vega. En el peor de los casos, siempre nos quedará Altamira.